21/12/14

La poesia de Jim Casalbé


Hace pocas semanas el Diario CoLatino dedicaba un espacio a la poesia de Jim Casalbé que queremos compartir con este artículo:

"Los poemas aquí publicados son parte de uno de mis primeros libros “Campo pagado”, con tres ediciones, El Salvador 1981, Alemania 1985; Canadá 1998; y la cuarta edición que se prepara en El Salvador para el 2014.

Dicho libro contiene más de cien poemas, dedicados a los caídos en la guerra y otros temas relacionados con la represión, injusticia social y la desigualdad, que generaron las condiciones de guerra. En este espacio presento algunos poemas dedicados a los poetas que cayeron en la guerra pero que fueron olvidados en la post guerra, algunos fueron miembros del grupo literario “La Cebolla Púrpura” publicados en “La Pájara Pinta” “La Pancarta” y periódicos. Dado que mi trabajo literario ha sido intencional y perversamente ignorado por antologadores e investigadores, muy a pesar que se me conoce, podría incluirme en esta “Generación Olvidada” publicados en esta memoria, ya que a diferencia de ellos, sobreviví a la guerra, dado que en 1983 fui secuestrado por un escuadrón de la muerte que operaba en la Policía Nacional de San Miguel, donde fui torturado y dado por desaparecido por dos meses, hasta que aparecí en el Penal de Mariona, en el Quinto Frente como preso político y miembro del COPPES.

Como muchos tuve que pagar mi libertad a la Comisión de los Derechos Humanos del gobierno en junio de 1984, para luego exiliarme en Alemania y posteriormente en Canadá.


NEGRAZO -A Alfonso Hernández- Gonzalo. 1948-1988

Pudiste inventarte algún pretexto
 para nunca rondar el escalofrío.
una bala perdida de cualquier guerra
 o un querer morirse a como fuera,

Horas antes, bromeabamos tu suerte
 pero jóvenes renegamos a irnos
 porque no era justo morir de viejos
 entre el cementerio de los duendes.

 Y te fuiste ante nuestra sorpresa
 dejándonos las inevitables dudas
 porque entendimos que para morir
 bastaba encontrar un mal instante,

Negrura que estalló en tu cósmos
 tan negro en tu momento negro
 y negros se nos pintaron los pasos
 negro tu silencio y nuestro miedo,

Tu guerra valió como la nuestra
 tus versos ya no serán solo tuyos
 serán de la piel que labre lo nuevo
 en otra mazacuata vigía del sueño,

Volcán novembrino y bombardeado
 desobedeciste la orden en trinchera
 decidiendo eternizarte con los héroes
 dejándonos fusil y pluma de futuros,

 Tuviste que suspender tu algarabía
 para caer en la dureza del recuerdo
 como cayeron, los de ellos y los nuestros
 dudando si la guerra, valdría para todos.

Nuestro mirar choca con los horizontes
 mientras los tuyos traspasaron el límite,
 nuestras manos tejieron algunas victorias
 y las tuyas insinuaron el mundo soñado.
(leer más)

Más información:

Entrevista a Jim Casalbé: "Jaime Calderón: Un artista polifacético"

14/12/14

Las mujeres refugiadas y retornadas

En ocasiones anteriores ya hemos hablado del excelente trabajo que realizan Las Dignas en El Salvador y hoy queremos presentaros uno de los libros que editaron el año 2000: "Las mujeres refugiadas y retornadas: las habilidades adquiridas en el exilio y su aplicación a los tiempos de paz" de Norma Vázquez, Cristina Ibáñez y Clara Murguialday que se puede leer en este enlace.

Este libro recoge los resultados de la investigación titulada: Las Mujeres Refugiadas y Retornadas. Las habilidades adquiridas en el exilio y su aplicación a los tiempos de paz, investigación realizada durante 1998 y 1999. El libro, no pretende ser una historia de las mujeres refugiadas.

Es más que todo, una contribución a la tarea de rescatar y revisar los cambios que se han dado en la vida de la población femenina durante las últimas décadas, repleta de transformaciones sociales.

7/12/14

Ellacuría: historia y liberación


Filosofó hasta el final, asumió su posibilidad postrera: dar testimonio con su muerte; así culminó su entrega 

"No podía ni sabía hacer otra cosa. Un espíritu interior lo impulsaba. Filosofaba por vocación. Hasta tal punto que sostenía que una vida sin filosofar no merecía la pena, y por ello, cuando le dijeron que dejara de filosofar para poder seguir viviendo, prefirió tomar la cicuta de su condena a muerte. No quiso abandonar la ciudad, ni dejar de filosofar, las dos condiciones que le ponían para salvar la vida”. Estas palabras de Ignacio Ellacuría sobre Sócrates son el mejor resumen del desenlace de su propia vida. Un desenlace que vino determinado por su manera comprometida de entender la historia.

 Para Ellacuría, desarrollando algunos conceptos fundamentales de la filosofía de Xavier Zubiri, la historia es el ámbito en el que se ha de realizar –se ha de hacer efectiva– la ética. La historia no nos viene dada de un modo inexorable. La historia se hace, es decir, constituye un proceso de creación en el que el hombre elige entre diversas posibilidades, y es una tarea ética. Mientras que, para Zubiri, el hombre tiene que hacerse cargo de la realidad, para Ellacuría el ser humano está obligado a encargarse de la realidad y, además, a cargar con ella. Lo que constituye un imperativo ético que obliga al hombre en conciencia, no sólo en tanto que integrante de una clase social, sino como miembro –a la vez solitario y solidario– de la humanidad. Un imperativo del que Ellacuría derivó –inmerso en la realidad hiriente de Latinoamérica– una voluntad de liberación fundada en la idea de que la realidad histórica es la realidad radical y, además, una realidad dinámica obra del hombre, que elige entre las posibilidades ofrecidas en cada situación y momento del proceso histórico. La tarea de la filosofía es contribuir críticamente a la liberación de la historia, lo que implica tomar partido.

 De este núcleo de pensamiento dedujo Ellacuría que la función crítica de la filosofía está orientada, como ejercicio supremo de la razón, a la liberación de los pueblos del oscurantismo, de la ignorancia y de la falsedad. Es decir, que la función crítica de la filosofía ha de tener por objeto, en primer lugar, la ideología dominante, como fundamento estructural que es de todo sistema social. Estas ideas, trasladadas al ámbito teológico, no implican que la Iglesia haya de convertirse en una fuerza política –ya que la Iglesia nunca ha de perseguir el poder–, sino que, para ser fiel a su misión, ha de promover la salvación integral del hombre, que tiene una dimensión política. Lo que comporta, sin perjuicio de que la liberación sea inicialmente personal –ya que sólo cada persona en cuanto tal puede ser liberada–, que, para ser plena, la liberación ha de ser también estructural –social, política y económica–, habida cuenta de que las personas viven inmersas en sistemas sociales con vocación de continuidad impuesta al servicio del núcleo dominante. De esta sostenida vocación de continuidad impuesta se desprende –según Ellacuría– que la violencia originaria es la injusticia estructural, que mantiene por la fuerza –mediante estructuras económicas, sociales políticas y culturales– a la mayor parte de la población en una situación de violación permanente de sus derechos humanos. Lo que Ellacuría percibía con especial dramatismo en Centroamérica, una región que ha vivido ancestralmente y sigue viviendo, aunque en grados diferentes, en una situación económica que impide a la mayor parte de la población satisfacer sus necesidades básicas.

La indudable grandeza de Ellacuría –el alto valor ejemplar de su vida y de su muerte– no radica sólo en el vigor de su pensamiento filosófico ni en la altura de los objetivos que se marcó, sino en la estricta coherencia existente entre lo que pensó, lo que dijo y lo que hizo. Puede decirse de él, con palabras de la Escritura, que fue fiel hasta el extremo, hasta la muerte. Como ha escrito Pedro Sols, Ellacuría “quiso que su filosofía estuviese al servicio de los pobres de la Tierra, no de una manera panfletaria, sino dando elementos de comprensión de la realidad histórica. Siendo teólogo, supo articular el mensaje de salvación del cristianismo con los gritos de liberación de todo un subcontinente, el Latinoamericano, que se desangraba por estructuras injustas y por dictaduras de una crudeza enorme”.

Hace veinticinco años que fue asesinado por el ejército salvadoreño, en la residencia de los jesuitas en la Universidad Centroamericana de El Salvador, junto con otros cinco jesuitas –Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Amando López, Juan-Ramón Moreno y Joaquín López–, la cocinera –Elba Ramos– y su hija Celina. Ellacuría acababa de regresar de Barcelona, a donde había acudido para recoger el Premio Comín. Dada la situación de violencia institucional desatada entonces en El Salvador, sabía lo que podía pasarle. Eligió estar allí. No abandonó la ciudad. Filosofó hasta el final. Asumió su posibilidad postrera: dar testimonio con su muerte. Así culminó su entrega".

Artículo publicado en La Vanguardia ayer 6 de diciembre obra de Juan José López Burniol (Alcanar, Montsià, 1945), licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra. Ha sido decano del Colegio de Notarios de Cataluña y vicepresidente del "Consejo General del Notariado" de España, entre 1987 y 1989; magistrado del Tribunal Superior de Andorra (1987-1993) y del Tribunal Constitucional de Andorra (1993 - 2001).

Más informaciones al respecto en este enlace
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...