"En la cumbre más cumbre del volcán, allá donde la tierra deja de subir buscando a Dios; allá donde las nubes se detienen a descansar, Pablo Melara había parado su rancho de carbonero. Medio rancho, medio cueva, en una falla del acantilado aquel nido humano se agazapaba. De la puerta para afuera, empezaban las laderas a descolgarse, terribles, precipitadas; en deslizones bruscos; abismándose, rodando, agarrándose aflegidas. Los pinos, enormes, eran nubes obscuras entre las nubes; humazos negros entre la niebla. Mecían al viento, lentamente, sus enormes cabezas, como si oyeran una música dulce, salida de lo gris y de lo frío. Las ramas chiflaban tristemente, llevando en ritmos nasales una melodía de inmensidad. Era la cumbre una isla en el cielo; y el cielo, un mar de viento. En las noches tranquilas, como por alta mar, pasaba silenciosa la barca de la luna nueva. A veces el horizonte fosforecía.
El carbonero iba apilando los leños, en pantes enormes. De cruz en cruz, formaba una torre; como un faro que, en las noches largas, llenas de ausencia, ardía, ardía rojo y palpitante, señalando el rumbo a los barcos de silencio con sus grandes velámenes de sombra.
Solo y negro en la altura, el carbonero iba viviendo como en un sueño. Tenía un perro mudo y una gran tristeza. Acurrucado y friolento, encendido siempre el puro y el corazón, se estaba allí mirando el abismo, sin remedio.
Como a los pantes de leña oscura, la brasa del corazón le iba devorando las entrañas; y aquel resplandor de misterio se le iba subiendo a la concencia.
Una noche, qflegido, lió sus trapos y se marchó pá nunca...
—¡Puerca, mano, méi juido dialtiro e la cumbre! Miatracaba un pensar y un pensar..."
Aquest relat forma part de Cuentos de Barro (1934) que podeu llegir sencer en aquest enllaç... Bona lectura !!!
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