Y os dejamos con una nueva entrada dedicada a la insurrección popular de 1932, en concreto con un nuevo artículo del diario CoLatino publicado el pasado 23 de enero por Iván Escobar:
"La comunidad indígena salvadoreña conmemoró 80 años este fin de semana, uno de los hechos más oscuros cometidos en los años 30, del siglo pasado. En la actualidad sus descendientes poco hablan sobre la peor masacre cometida en El Salvador y Latinoamérica. El 22 de enero de 1932, quedó impregnado en las tierras de occidente, principalmente en municipios como Izalco y otras comunidades aledañas.
El ejército salvadoreño, comandado por el entonces presidente de la República, Maximiliano Hernández Martínez, se ordenó aplastar la rebelión indígena, llevándose de encuentro vidas de hombres campesinos que sólo tenían un fin exigir sus derechos.
Las autoridades represoras y familias de renombre les acusaron de ser Comunistas. Diario Co Latino, conversó recientemente con Tito Pasín, alcalde del Común y máximo representante de la comunidad de Izalco, con quién se recordó esta situación y los desafíos que ha significado para la población indígena. A continuación publicamos la entrevista.
- La comunidad de Izalco ¿qué lectura hace en estos 80 años de aquella masacre?
Vamos a tener una actividad este 20 y 21 de enero, en conmemoración de esta masacre del 32. Realmente vemos un vislumbramiento, el año pasado la Asamblea Legislativa reconoció a la Alcaldía del Común, como una de las entidades más antiguas, en las actividades del Bicentenario. Esa es una pequeña apertura. Sin embargo, para nosotros la lucha siempre ha existido y seguirá hasta lograr dignificar a los descendientes directos de la masacre de 1932. Porque así como han tratado de ayudar y apoyar a los afectados en otras masacre del 80. Nos preguntamos ¿Bueno, y qué paso con el 32?
- ¿Qué actos desarrollarán?
Los actos de la comunidad son espirituales, de enflorar a sus ancestros. Comprometiéndose ante las tumbas de nuestros Tatas para que se haga justicia por todo lo que nos vinieron a hacer.
- ¿Qué opinión le merece que en los últimos años y hasta ahora se sigue viendo a las comunidades con un enfoque folklórico o cultural, sin tomarles en cuenta sus opiniones?
Durante mi período de servicio, gracias a Dios hemos contado con el apoyo del señor alcalde de Izalco. Nos ha hecho sentir que tenemos dignidad y derechos. Porque eso que usted nos dice es una verdad, y es algo que he querido parar en mi servicio. Ponerle un alto a esto. Yo tengo aquí a María de los Ángeles, que es la que celebro el 11 de agosto; y la celebramos con la entrada de candelas, y le digo con honestidad y con todo mi corazón, en el momento que ingresan los compadres yo bailo, en ese rancho –que está a la entrada de su propiedad-, pero no lo hago por exhibición, pero no lo hago para que me tomen una foto, ni para quitarles el estrés a estas gentes de alto rango, lo hago porque lo siento y porque mis abuelos me lo enseñaron. Eso era lo que antes se daba, venía una comitiva, y van a Izalco, y la comunidad indígena, decían: "llamemos a los de la comunidad que nos vengan a hacer un bailecito de las Comadres". Desgraciadamente cuando hay personas que buscan protagonismo personal, esto es lo que conviene al gobierno, porque se cree que cómo éste se presta, todos nos prestamos. Como comunidad siempre hemos existido, nos quisieron terminar no pudieron, estamos y vamos a seguir existiendo. Visítennos las puertas están abiertas en la comunidad, pero que nos respeten porque somos personas consentimientos…es hora de que nos escuchen, porque tenemos derechos. Nuestras tradiciones se mantienen no para quitarle el estrés a nadie sino porque es nuestra sangre, nuestra raza, nuestro pueblo el que tiene que seguir viviendo porque los orígenes siguen en Izalco.
- Y la invisibilización ¿cómo la sobrellevan ustedes?
Para mí es risible, que al llegar a este cargo. Alguien se acercó y me entregó un documento (encuesta) donde se dice que en Izalco, hay sólo 150 personas naturales. Y dije pero si sólo en la calle principal tengo más de mil personas. En Izalco somos una población aproximada de 70 mil habitantes. En las orillas, como todo el tiempo los indios se fueron reculando, a nosotros nos fueron echando para abajo. En los años 70 desde a la entrada del pueblo, se veían rancherillo de los indios, aquí no habían casas de ladrillos, sino ranchos. ¿Y está gente donde está? Aquí estamos, aquí vivimos…el problema es que el llamarse indio aquí era sinónimo de bajeza. Entonces el Tata para que su hijo no sufriera trata de insertarlo a la sociedad…pero por eso mi sangre no me la van a cambiar, esté donde esté sigo siendo el mismo. Yo no me siento, yo soy natural. No me ven con caite, con cotón porque los caites me los quitan por lo del 32; el cotón, igual; y mi abuela no me enseñó a hablar el nahuatl por lo mismo, porque ellos lo vivieron y me dijeron "eso es malo hijo".
Respeto y dignificación
Las comunidades indígenas a 80 años de esa masacre, expresan sus descendientes que el “el temor infundido” sigue vigente hasta estos tiempos. “…todo eso hace que perdamos nuestros hábitos naturales”.
Hoy los pueblos indígenas piden se les dignifique. “Todo esto buscamos revertir, pedimos con ello que se nos dignifique como personas. Porque tenemos todo el derecho de exigir”, afirma Pasín.
Y reiteran que la justificación de contrarrestar el Comunismo en El Salvador, no es válida. “Era comunismo exigir, no que nos regalen, sino que se nos devolviera la tierra que se les había quitado. Tierras para sembrar, porque tenían hambre ¿es eso Comunismo? Como iban a entablar una lucha, cuando sólo tenían sus azadones y un corvo. No concibo la idea que se nos llame comunistas. Aquí no se puede justificar de comunista esta masacre para querer exterminar un pueblo”, expresa 80 años después de estos sucesos el representante de la comunidad.
- En su caso personal ¿qué familiares cercanos perdió durante la masacre?
Mi bisabuelo, en 1924 sirvió como alcalde del Común. Él se llamaba Sotero Pasín. Me contaba mi abuela, que en la época de "La Comuna", como se le conocía en esos tiempos. Mi bisabuelo con mi tío Abuelo Valentín, se habían escondido en un terrenito que tenían a las orillas del pueblo. Mi bisabuelo regresaba en las noches a la casa a traer comida ahí le dispararon. Y a mi tío Valentín…un niño le trajo a mi bisabuela, Dominga Turush, los caites y el sombrero. Estos están enterrados en El Llanito, son mis familiares.
- ¿Cargar los apellidos ha sido duro?
Todavía hay gente en el pueblo que dicen: "bueno y este indio". Yo no discuto por eso, no escogí nacer aquí, Dios quiso que fuera de aquí. Dios quiso que estuviera en este cargo, jamás me lo imagine, y estoy orgulloso de decir que soy natural de los pueblos originarios de Izalco. No es fácil. Sí usted me lo hubiera preguntado por 1960, hubo un momento que renegué de mi origen. Por la marginación que vivíamos como cipotes, en las escuelas. No fue fácil que nos sacarán a golpes y que no nos dejarán ver ni siquiera que jugando otros niños.
- ¿Cómo fue esa adaptación?
Éramos tan naturales y aprender el lenguaje castellano, no fue fácil. No me avergüenzo decirle que por un momento me costó decir: “piedra”, yo decía piegra; o “padre” decía pagre…aquí sólo podíamos decir Tata, Nana, así hablábamos…pero en la escuela nos hicieron cambiar el lenguaje. Esos cambios de lenguaje no fue fácil, esas dos palabras me quedaron marcadas porque me castigaban por no pronunciarlas bien. Fuimos sometidos a la burla. Por eso, en un momento renegué, pero Dios sabe porque pasan las cosas. Y ahora estoy aquí recordándome mi ayer, planteándolo hoy pero con orgullo y satisfacción, levantando mi cara y diciendo que estoy muy a gusto y orgulloso de ser de un pueblo natural.
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