21/6/15

Pedro Geoffroy Rivas: Vida, pasión y muerte del anti-hombre

Nuestro buen y admirado amigo y gran escritor y poeta Renán Alcides Orellana, publico hace unas semanas en el suplemento cultural 3000 del Diario Colatino un interesante artículo que queremos compartir, su título: "Pedro Geoffroy Rivas: Vida, pasión y muerte del anti-hombre":

Una mañana cualquiera de invierno en 1964, todavía con mi timidez provinciana,  estaba yo en el despacho del director del periódico “Tribuna Libre”, Pedro Geoffroy Rivas, en el centro de San Salvador. La figura del reconocido escritor, periodista y poeta,  a quien yo veía por primera vez, me pareció seria-amable y atenta, esperando escuchar la razón de mi visita. Sin duda alguna, el director la imaginaba. Pero, con paciencia franciscana -que con el tiempo supe que no era su mejor virtud- la escuchó. Llegaba yoSanta Ana,  a solicitarle una plaza en la redacción, para iniciarme como periodista.

-Vengo de parte del poeta Roberto Armijo…comencé a decir, tímidamente. De inmediato, me interrumpió, sorprendiéndome su respuesta.

-A la gran puuuu… mire quién lo recomienda… -dijo con tronadora voz

De pronto, como si notara mi asombro hasta rayando en el temor, cambió el tono de su acento, tornándolo más amigable y expresivo.

-No se preocupe, hombre. Comience a partir de mañana, pero lo que usted haga o no haga aquí de ahora en adelante, será cosa suya y no obra de quien lo recomienda.

Con los días, supe que lo de mal hablado, el tono grave y hacerlo con desenfado eran característica del director y, para mi bien, supe también el motivo de su reacción, ante mi alusión del poeta Armijo. Una divergencia había entre ellos, ocasionada meses antes por una polémica entre ambos poetas -Pedro y Roberto- en la Revista “Gallo Gris”, que entonces dirigía el poeta Oswaldo Escobar Velado. Sin embargo, en el fondo, tal como lo confirmé después, existía aprecio y respeto mutuo; bien por su añeja amistad, bien por su afinidad y proximidad en el oficio, o por lo que fuere; pero así era. Me quedé en el periódico como reportero. Además, eran redactores Álvaro Sánchez, Mercedes Durand, Gilberto René Granados, Napoleón Corleto, Leticia Flores y el fotógrafo Juan Ramón Avilés.  Así, poco a poco fui conociendo la personalidad y la historia particular de Pedro Geoffroy Rivas. Una historia que no terminó, acaso sí empezó, con su muerte el 10 de noviembre 1979…

Poeta, periodista, historiador, antropólogo, lingüista y abogado, con énfasis por vocación en lo primero, Pedro Geoffroy Rivas nació en Santa Ana, el 16 de septiembre de 1908. “Mi primer verso titulado ‘La búsqueda’ -dijo en una ocasión- lo escribí cuando era un adolescente, en mi tierra natal. Era estudiante. Dicho poema lo leyó Jacinto Castellanos y lo publicó en el “Diario de Santa Ana”, en noviembre de 1927. Más tarde vine a San Salvador para estudiar medicina en la Universidad de El Salvador, pero ya tenía metida muy adentro mi afición por la literatura. Mi mayor satisfacción es haber hecho lo que a mi me ha gustado. Mi vocación literaria…”. Y claro que hizo lo que quería, no en el sentido peyorativo, sino en el de elevar sus impulsos de poeta hacia dimensiones profundas, cuyos testimonios están ahí, producto de esa innegable vocación; y más por su estudio, disciplina y empeño, demostrados en el ejercicio creciente de la poesía y la historia, identificándose con una causa que consideraba justa y, además, consecuente con su compromiso de poeta frente a la realidad de su pueblo.

El escritor Luis Gallegos Valdés, en “Panorama de la Literatura Salvadoreña”, dice que Pedro, “rompiendo con su ambiente de señorito cafetalero, partió hacia México a sumarse a las filas del socialismo. El sollozo del romántico truncado que en el fondo era Pedro estalló en un grito de protesta. Es uno de los poetas, por otra parte, de más fuerte acento en Centroamérica. Pasión arrebatadora y verbo candente”. Lo dicho por Gallegos Valdés explica toda una trayectoria que se inicia en ese entonces y que se prolonga por varias décadas, con sus consecuentes riesgos que se concretaron en exilios, prisión, persecuciones y, lógicamente, cuestionamientos y críticas severas a su personalidad. Controversial y discutido, fue hombre de polémica ardiente y contundente, quizá por ser muy fiel y apegado a sus propios ideales.

Con una vasta producción de punzante ironía y cuestionamientos a una sociedad de posiciones falsas y deshumanizadas, la poesía y el ejercicio periodístico de Geoffroy Rivas han sabido “sentir y expresar el dramatismo latente en la vida del pueblo salvadoreño”, sin llegar a caer en “la protesta cartel”. Una gran producción, imposible por lo mismo de ser reseñada en cortos espacios literarios. Como imposible es también una mención de su poesía, sin una muestra de su alto poema “Vida, pasión y muerte del anti-hombre” que, por su fina audacia, en su momento estremeció la conciencia popular y literaria del país. Poema extenso, este es para mí su mejor fragmento:

“… Vivíamos sobre una base falsa.
Cabalgando en el vértice de un asqueroso
mundo de mentiras,
trepados en andamios ilusorios,
fabricando castillos en el aire,
inflando vanas pompas de jabón,
desarticulando sueños.
Y mientras
otros amasaban con sangre nuestro pan,
otros tendían con manos dolorosas
nuestro asquerosos lecho engreído
y sudaban para nosotros la leche
que sus hijos no tuvieron nunca.
Ah, mi vida de antes sin mayor objeto
que cantar, cantar, cantar
como cualquier canario de solterona beata.
Ah, mis veinticinco años tirados a la calle.
Veinticinco años podridos que a nadie
le sirvieron de nada
Pobrecito poeta que era yo, burgués y bueno.
Espermatozoide de abogado con clientela,
oruga de terrateniente con grandes cafetales
y millares de esclavos,
embrión de gran señor violador de mengalas
y de morenas siervas campesinas…”

Con el tiempo, Roque Dalton hizo honor a este poema retomando uno de sus versos (”Pobrecito poeta que era yo…”), para el título de su novela collage, muy comentada por el contenido y la novedad de su estilo.  Y a propósito, para el recuerdo, una anécdota:

El gobierno de Julio Adalberto Rivera, aunque no fue ajeno del todo a los actos de represión como gobernante, sin duda sí lo fue menos que otros de su partido en posteriores gobiernos. En ese marco del riverato, las persecuciones seguían. Uno de los más perseguidos y capturado varias veces, era el reconocido poeta y líder universitario Roque Dalton. Por aprecio y reconocimiento a su arriesgada lucha, los estudiantes siempre nos manteníamos en alerta y solidarios, cada vez que Dalton era perseguido o estaba detenido en alguna cárcel del país. En junio de 1964, Roque estaba preso por señalamientos políticos contra el régimen. Los periódicos, como siempre y por cualquier razón, evitaban dar esas informaciones. “Tribuna Libre”, no.
-¿Tiene algo sobre la detención de Roque? -me preguntó el director Geoffroy Rivas, sin duda porque estaba seguro de que yo podía obtener más información, por mi condición de universitario.

-Lo último va en mi columna de esta tarde… -le contesté.

-Bien, bien…

En efecto, en mi columna periodística “Voz Universitaria” del 26 de junio, me refería así al caso Dalton:

“La Fiscalía de la Universidad, a cargo del Dr. José María Méndez, por acuerdo del Consejo Superior Universitario en su XXXIII sesión, presentará recurso de exhibición personal a favor del estudiante de Derecho Br. Roque Dalton García, conocido elemento de las letras nacionales, cuya libertad se encuentra restringida. Esperamos que esta intervención legal termine con la persecución al estudiante, poeta y escritor salvadoreño…”

Pedro Geoffrey Rivas, aquel intelectual director de “Tribuna Libre”, pronto vería  que el periódico llegaba al final, a causa del cierre definitivo. Falta de recursos de los propietarios, presiones políticas o problemas por la línea de denuncia del periódico, no lo sé. Nunca lo supe. Tribuna Libre desapareció. Recuerdo que al final, uno de sus últimos editoriales, fogoso y de denuncia, se titulaba “Ladran porque me sienten”, muestra de la pluma audaz y punzante de Pedro. Yo continuaría en el medio periodístico; Pedro, en su multifacético accionar intelectual, y ambos en nuestra relación de amistad. Con dedicatoria suya, conservo su libro “Los nietos del jaguar”, poesía de excelente finura estética e histórica. En el diario caminar le vi varias veces, siempre con su carácter fuerte a flor de piel y su eterno vozarrón, pero sincero y afable. Porque, hombre de apariencia fuerte, Pedro Geoffroy Rivas era todo cordialidad. Y. además, “uno de los poetas de más fuerte acento en Centroamérica”. (RAO).

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