El pelotón del batallón Atlacatl de la Fuerza Armada de El Salvador asesinó el 16 de noviembre de 1989 a seis jesuitas —Ignacio Ellacuría, Armando López, Joaquín López y López, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes y Juan Ramón Moreno— y dos de las trabajadoras de la residencia de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), Elba Ramos y Celina Ramos. Todos ellos estaban vinculados a la universidad, tanto como profesores como al frente de distintos cargos. Ellacuría se adscribía a la Teología de la Liberación, que los militares salvadoreños vincularon a la guerrilla izquierdista, la oposición de Alfredo Cristiani, presidente y miembro del partido de derechas Alianza Republicana Nacionalista.
Jorge Galán desvela en su libro datos sobre los autores de un crimen que no ha llegado a los tribunales de El Salvador, pero que sí se investiga en España y Estados Unidos, países de origen de varios de los religiosos; de hecho, el gobierno español solicitó en 2011 la extradición de quince militares, rechazada por El Salvador. El Salvador también se niega a juzgar a los presuntos implicados en el asesinato de los «Mártires de la UCA», y amnistió a los únicos condenados —un coronel y un teniente— tan solo un año después.
Una amenaza con pistola bastó para que Galán abandonara un país "del que no quisiera hablar mal" para recalar en Granada, ciudad en la que espera que el Gobierno le conceda su petición de asilo mientras agota los seis meses de permiso temporal. "Para mí la vida es sagrada, lo más valioso que uno tiene. No la arriesgaría por la libertad de expresión porque no soy un valiente", ha explicado a Efe para apuntar que escribió "Noviembre" con la "ingenuidad" de que todo quedaría en un quehacer literario.
El salvadoreño reconoce que quiso "escribir un libro, contar una historia que merece ser contada" y volver a su rutina y que de conocer las consecuencias "no habría sido capaz de hacerlo". Pero lo hizo, publicó el asesinato de los jesuitas por el ejército salvadoreño con la "confianza" de que nada iba a ocurrir, "de que algo debían haber cambiado las cosas en el país, tal vez fue una ilusión" y confundió "la realidad con el deseo". "Lamentablemente mi país se ha construido sobre muchas injusticias y sobre muchos silencios, tratar de rescatar del olvido una historia como la del asesinato de los jesuitas provoca mucho rechazo", ha apuntado Galán, al que amenazaron con pistola después de otras advertencias aunque pensó que "se impondría la cordura". "Entre esas advertencias estaban las de los padres jesuitas, muy acostumbrados a recibir amenazas y preocupados por mi seguridad, y las de personas interesadas en que la historia no se difundiera", recuerda el literato.
El amor por El Salvador le impide criticar a su país, al que relaciona con un acceso a la cultura "muy limitado", una larga guerra civil, el control de las maras y "con poco respeto a la justicia", lo que convierte la supervivencia en una cuestión diaria. "Cuando uno no puede subir a un autobús sin poner en peligro su vida las prioridades cambian y la literatura puede no ser una. El instinto de supervivencia llega a ocuparlo todo, incluso aquello que creemos dominado por las conductas más racionales", ha resumido. Sin respuestas heroicas sobre la libertad de expresión que le ha costado el exilio, Galán reconoce que nunca tuvo miedo, que la historia le atrapó de tal manera "que solo sentía la necesidad de contarla" porque es "hermosa, de entrega, de pasión, de sacrificio, de injusticia, de impunidad, una historia de amor por los otros". "Mi país se ha construido sobre aquella injusticia, sobre un silencio cómplice de crímenes, creo que ha llegado el momento de asegurar que es un proyecto fallido, una sociedad rota. Tal vez lo que necesitamos es seguir el ejemplo de aquellos hombres en lugar de silenciar sus historias para contentar a sus asesinos", cuenta.
Ahora que confía en la concesión de asilo, afronta el futuro inmediato intentando escribir, leer, pasar el tiempo con los amigos que le han abierto sus casas y "pensar lo menos posible", aunque asegura que "nada" compensa estar lejos de la familia porque El Salvador "es un país del que es muy complicado marcharse". Referentes como Almudena Grandes, Joan Manuel Serrat, Vargas Llosa, Joaquín Sabina, Yusef Komunyakaa y Andre Guttfreund han firmado un manifiesto de apoyo a Galán y contra sus amenazas, que espera pasen para volver a casa.
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