30/10/17

Huacal estuvo en El Salvador


Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI)

Así ha sido y así se lo acabamos de contar... durante los meses de septiembre y octubre del 2017 un representante de Huacal estuvo visitando El Salvador para coordinar las diferentes acciones y proyectos que realizamos en este país con Tiempos Nuevos Teatro (TNT) o la Asociación de Comunidades Unidas de Usulután (COMUS), pero además hemos aprovechado este viaje para reunirnos con otros colectivos e instituciones amigas.

En concreto, con el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), con Asociación Pro-búsqueda, con APROCSAL (Asociación de Promotores Salvadoreños), con el Foro Nacional de Salud, con la Red Ciudadana de Mujeres de Morazán y con la Unión Médica Salvadoreña por la salud y vida de las mujeres. Les dejamos con algunas imagenes: 

Asociación de Promotores Salvadoreños (APROCSAL)
Asociación PRO-BÚSQUEDA
Red Ciudadana de Mujeres de Morazán
 

23/10/17

Visita de Huacal a Tiempos Nuevos Teatro (TNT) en Chalatenango


 
Como comentabamos en anteriores entradas, Huacal estuvo durante los meses de septiembre y octubre en El Salvador visitando nuestras organizaciones hermanas y compartiendo las novedades de los proyectos que realizamos conjuntamente.

En este marco, y como en anteriores años, se han realizado varias reuniones con los equipos directivos, técnicos y artísticos de Tiempos Nuevos Teatro (TNT) en el municipio de San Antonio Los Ranchos en el departamento de Chalatenango. Desde Huacal no dejamos de asombrarnos positivamente del gran trabajo que desde hace casi 25 años realiza esta organización en Chalatenango y nos alegramos en ver como generaciones de jovenes salvadoreños se incorporan en TNT y desarrollan sus proyectos comunitarios mejorando la educación, la cultura y la calidad de vida en estas tierras.

16/10/17

Huacal se reune con COMUS en Usulután



Tal como explicabamos en el post anterior, Huacal se encuentra en El Salvador y la semana pasada se reunió con la Asociación coordinadora de comunidades unidas de Usulután (COMUS), nacida en el año 1990 para responder a la necesidad de crear un programa de desarrollo rural integrado en comunidades con alta vulnerabilidad, Su objetivo principal es buscar el desarrollo rural integrado de las comunidades a través de un proceso de fortalecimiento y participación activa, consciente y gradual, logrando la cohesión activa de la población para transformarse en sujeto de su propio cambio.

Sus beneficiarios comprenden aproximadamente 4.000 familias rurales del departamento de Usulután en El Salvador, impulsando la participación y la responsabilidad social en el desarrollo de las actividades.


Durante este encuentro aprovechamos, además de reunirnos con la dirección de la entidad, para visitar sus oficinas en San Francisco Javier,  reconocer el Cento de negocios y servicios de granos básicos de la zona oriental y ver el centro de elaboración del café orgánico El Taburete, café que se produce sin usar productos agroquímicos sinteticos (ni fertilizantes, ni plaguicidas), en su lugar, se emplean abonos elaborados con desechos y materia orgánica (abono organico), tambien se hacen fermentados de plantas y sales minerales (abonos foliares) y se efectúan labores de conservación de suelos...

También pudimos conocer una de las tiendas de la red de tiendas El Taburete donde se comercializan más de 500 productos de la canasta básica alimentaria y canasta de mercado. Actualmente, estas tiendas ya se encuentran en 10 comunidades. Podeís conocer más en detalle la red  gracias al siguiente video:


8/10/17

El día cuando los ofendidos de El Mozote callaron a los militares



La primera fase de los testigos del juicio por la masacre de El Mozote terminó. De los 17 testigos originales, 10 ya han ratificado lo que denunciaron a inicios de los 90, ante el juez de San Francisco Gotera. Pese al horror de los relatos, los abogados de los militares acusados insisten en convertir a las víctimas en guerrilleros. Pero hay testimonios que tienen el poder de decirles: "callad, callad, oíd".

 Me habéis golpeado azotando
la cruel mano en el rostro
(desnudo y casto
como una flor donde amanece
la primavera)
—Roque Dalton, El turno del ofendido

Genaro Sánchez Díaz iba todos los días a la casa de su madre, Gregoria, pero aún no sabe por qué no fue el 11 de diciembre de 1981. “Quizá ya Dios”, busca explicárselo. Era viernes, el segundo día de la 'Operación Rescate' del Ejército salvadoreño. Aquel día, interrumpir su rutina le salvó la vida, y por eso Genaro Sánchez ha podido acudir, 36 años después, a otra audiciencia para ampliar su declaración en el caso 238-1990, conocido como la masacre de El Mozote y lugares aledaños.

Sánchez era en aquel entonces un agricultor de 49 años, residente –al igual que hoy- en el cantón La Joya del municipio de Meanguera, Morazán. Dice que cuando los soldados llegaron, su nombre estaba en listas de búsqueda, los cuadernos del ejército que llevaban los nombres de los perseguidos. Sánchez culpa a “orejas”, informantes del gobierno que vivían o se infiltraban en las comunidades, de conocer detalles precisos sobre su ubicación y sus movimientos.

Además de él, en el Juzgado Segundo de Primera Instancia de San Francisco Gotera, este 28 de septiembre declara también una mujer de 68 años, que carga con una voz apenas perceptible, pero con un mensaje que nadie le podrá contestar. Sánchez y Chicas son parte de un grupo valiente de campesinos que en 1990, con la guerra viva y los militares aún entronizados, decidieron empezar un juicio por la masacre que arrasó con unas mil personas, en cuatro caseríos y dos cantones. Este juicio, en el que se utilizan las reglas del Código Penal de 1973, llama a Sánchez y a todos esos ancianos como 'ofendidos', un sinónimo para lo que hoy conocemos como 'víctimas'. El juez de la causa, Jorge Guzmán, los llama 'los ofendidos'. Ellos se sienten ofendidos. 36 años después siguen sintiéndose ofendidos.

Lo primero que hace Genaro Sánchez ante el juez es pedir perdón. “Buenos días, discúlpeme pero ya por la edad no escucho bien algunas palabras”, le dice. Luego explicará porque ha llegado: "mi interés en declarar es por la familia que perdí".

En su relato, Sánchez cuenta que vio helicópteros aterrizando en Arada Vieja, que vio a soldados disparando en La Joya, que escapó con su compañera de vida y cuatro hijos hacia el monte, que en la noche del 11 de diciembre de 1981, Sotero Guevara y Patricio Díaz, llegaron a su casa, llorando porque les habían matado a su familia. Entonces, los dolientes se fueron junto a la familia de Sánchez hacia el río Las Marías, en La Joya. Una semana después, Sánchez fue a la casa de Sotero y encontró los escombros y los cadáveres de Catalina Chicas, Petronila Chicas, Justa Guevara, Jacinta Guevara, Roque Guevara (a quien Genaro llama su hijo), Ambrosio Guevara, Lorenzo Vigil, Aminta Vigil, Pedro Vigil y…

Su relato se vuelve más crudo: “Echamos al hoyo cinco señoras, dos hembras y dos varones. Nueve había. Y Jacinta estaba embarazada de nueve meses (…) Toqué un cadáver para depositarlo en el hoyo y se desprendía la carne. Más abajo, encontramos 16 muertos. Los familiares los enterraron. A un muerto lo cubrieron con piedra laja y con piochas picaron un paredón para que no los comieran los animales”.

Durante su testimonio, Sánchez pide que le repitan las preguntas. El juez Jorge Guzmán toma nota y pide consideración para el ofendido. “Recuerden que estas son personas sometidas a una situación difícil, han quedado marcadas psicológicamente. Debemos respetar y yo voy a estar vigilante”, dice Guzmán, especialmente a los defensores de los militares.
Pero ellos no le hacen caso.


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En la primera tanda de ampliación de testimonios, hace cuatro audiencias, entre los ofendidos también desfiló Irma Ramos Márquez, de Ranchería, que vio a unas 30 personas muertas el 12 de diciembre y vio a perros y cerdos alimentándose de los cadáveres. Luego Hilario Sánchez Gómez, que se escondió en el cerro El Perico con otras 50 personas y vio columnas de soldados incendiando las casas.

En septiembre, declararon María Teófila Pereira, Lucila Romero Martínez, Eustaquio Martínez Vigil, y María Amanda Martínez, cuyos testimonios también detallan la masacre.

Ya declaró también Juan Bautista Márquez, testigo de casi todas las masacres, porque anduvo huyendo con su familia y en su huida pasó por todas las comunidades arrasadas. En marzo, Juan Bautista se rió de uno de los abogados de los militares acusados, cuando este negaba, en sus narices, que la masacre de El Mozote hubiese ocurrido. Los abogados de los militares son como los mismos militares: pese a las pruebas, los testimonios, lo siguen negando todo. “Si a mí me sacaron de la puerta de la casa. Y dice que no hay delito ¿Cómo que no estoy yo? ¿Entonces no es delito ir a sacar a otro de la casa?”, reclamaba Bautista.

Genaro y todos los ofendidos sigue siendo clave en la estrategia de la parte acusadora. Cuando el caso empezó, habían pasado nueve años desde la masacre, y los abogados de los ofendidos diseñaron un plan para enfrentarse al aparato de justicia salvadoreño que consistía en dividir los roles y los papeles de los ofendidos para que entre todos, como en un coro, denunciaran la masacre. Fue así como uno pondría la denuncia: Pedro Chicas Romero. Luego Rufina Amaya, la mujer que habló con periodistas estadounidenses que denunciaron la masacre en 1982, sería la testigo principal. Las historias del resto de testigos cumplirían diferentes propósitos: narrar una por una las masacres en cada caserío y cantón; hablar de las violaciones, de las casas quemadas, de la participación de diferentes unidades militares… El rosario del horror se llenaba de cuentas.

27 años más tarde, esa estrategia se ha visto alterada, entre otros factores por la muerte de los protagonistas. De los 17 ofendidos del reparto original, cinco ya murieron: Pedro Chicas, el denunciante original; Rufina Amaya, la testigo principal; Sotero Guevara, víctima junto a Genaro de la masacre en La Joya; Domingo Vigil Amaya y Raquel Romero, ambos sobrevivientes de Jocote Amarillo.

Hay 12 personas que siguen vivas pero dos no han podido declarar en el juicio por problemas de salud: Rosa Ramírez Hernández y Bernardino Guevara Chicas.

Los otros 10 ratificaron su testimonio ante el juez entre junio y septiembre de 2017. El más longevo, con sus 93 años, es Anastacio Pereira Vigil. Fue el primero en pasar, quizá porque es a quien ya le va quedando menos tiempo para denunciar todo lo que sufrió. Pereira encontró los cuerpos de sus familiares en casa de su hermana, y aseguró que había muchos cadáveres en la iglesia, pero no entró porque no soportaba el olor.
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En el juicio de El Mozote se persigue al alto mando de la Fuerza Armada, a 18 militares entre los que destaca el ministro de Defensa de la época, el general José Guillermo García, deportado en 2016 de Estados Unidos por haber sido un hombre con mucho poder que violó derechos humanos.  Pero además de ellos, es como si este juicio también sentara en el banquillo a los gobiernos salvadoreño y estadounidense, que durante décadas negaron que en El Mozote hubiera pasado algo.
Para llegar hasta García la estrategia de los acusadores busca comprobar que la masacre de El Mozote fue cometida por varias unidades del Ejército, entre las que destaca el Batallón de Reacción Inmediata Atlacatl, que seguía las órdenes del Estado mayor. 

La estrategia de los defensores de los militares es la misma con la que muchos militares justificaron, y siguen justificando, la muerte de alrededor de mil campesinos: la vinculación entre esa población y la guerrilla. Sembrar la idea de que los ofendidos eran guerrilleros y que las muertes registradas fueron o producto del enfrentamiento directo o bajas del fuego cruzado. Los defensores de ahora actúan como los militares de antaño.

Hace 27 años, en su denuncia original, el ofendido Genaro Sánchez dijo que se enteró que el Batallón Atlacatl había sido responsable del operativo porque se lo contó Rufina Amaya, la testigo principal. Ahora, Sánchez ha cambiado su versión. Dice que se enteró sobre el batallón Atlacatl porque lo escuchó en Radio Venceremos, una emisora de la guerrilla. 

Los abogados defensores de los militares parecen tiburones que huelen sangre tan pronto como la palabra “Venceremos” termina de salir de la boca de Sánchez. La Radio Venceremos era la frecuencia clandestina de la guerrilla. Entre los supuestos objetivos militares que devino en las masacres, en 1981 el Ejército hablaba de la captura y desarticulación de los miembros de la Venceremos.

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—¿En qué fecha Rufina le dijo que el responsable del operativo había sido el Atlacatl?

Quien pregunta es Rodolfo Garay Pineda, abogado, exdirector de Centros Penales en los gobiernos de Arena, defensor de los coroneles Roberto Garay Saravia y Rafael del Cid Aguirre. En una entrevista con El Faro, en mayo, Garay Pineda dijo que él sigue negando que la masacre ocurrió.

Sánchez no responde a la pregunta de la fecha, pero dice que el Atlacatl hizo un gran desastre. Garay insiste en que Sánchez aclare si recibió la información sobre la autoría del operativo de  Rufina o de la radio. El querellante David Morales, exprocurador de Derechos Humanos, objeta:

—La defensa está haciendo una pretensión indebida. Él ya consignó que algunos puntos no eran como se había dicho.

El juez concede la objeción. Garay Pineda vuelve a su asiento, pero antes dice: “está plenamente establecido que el testigo se contradice”. El abogado viste de una chaqueta verde olivo, camisa blanca y corbata roja. Mira hacia atrás, por encima de su hombro, a otro grupo de hombres que han llegado a la sala. Levanta las cejas y debajo del bigote se asoma una amplia -y arrogante - sonrisa.

Otro abogado, el coronel Adrián Meléndez Quijano, continúa el interrogatorio.

— ¿Sabe dónde está ubicada la radio?
— Era móvil -dice Sánchez

Otro abogado, Roberto Girón Flores:

—¿Vio a quienes andaban con la radio?
—No, solo los meros principales andaban- dice Sánchez.
— ¿Sabe dónde estaba la radio?
—Se movía en Guacamaya, o Arambala -dice Sánchez.

Giron Flores se gira a su público y les regala otra sonrisa. Garay Pineda es más efusivo y parece celebrar un gol: alza las manos y gira en su silla, mientras vuelve a ver a la izquierda, al equipo contrario. “¡Vaya! ¡Vaya!”, repite y se ríe. Por mucho tiempo, quienes niegan El Mozote han dicho que las víctimas eran guerrilleros. Garay Pineda, alguien que dice que El Mozote era “un cementerio de la guerrilla", cree que ese argumento le servirá para desacreditar a Sánchez. Los abogados de los militares, y los militares, siempre han querido convertir a Sánchez y a todos los ofendidos en guerrilleros armados.

El triunfalismo de la defensa comienza a derrumbarse cuando el juez Guzmán le resta crédito a los guiños de los abogados: “Sánchez solo relacionó un conocimiento común sobre la radio”, sentencia.
El turno del ofendido Genaro Sánchez culmina con una última confesión. Luego de que el juez Guzmán le agradece la intervención, Sánchez responde: “Sí, es que es la verdad”.



***

El turno de Lidia Chicas está a punto de suspenderse. El juez Guzmán convoca a un fiscal, un querellante y un defensor a su despacho. La testigo se siente mal: vomita, se ve temblorosa, pero se recompone y todos deciden seguir adelante.

Chicas tiene 68 años, y declaró por primera vez en agosto de 1992. Lleva un suéter y una pañoleta azul amarrada en la cabeza. Camina hacia su lugar para empezar su testimonio, asistida por un hombre que le sirve de bastón.

Habla muy suave y no se acerca al micrófono. Lidia Chicas está nerviosa. Lidia Chicas tiene miedo. A Lidia Chicas le duele contar cómo la ofendieron: “El 13 de diciembre de 1981, como a las 6 de la mañana en el caserío Poza Honda, en Meanguera, vi a un buen número de hombres uniformados de color verde y armados de fusiles y corvos. Desde como las ocho de la mañana, empezaron a matar a las personas que residían en el lugar. Yo oía gritos de las personas y golpes como que estaban cortando matas de guineo, mientras yo estaba escondida en unos matones (matorrales)…”

“Vi cuando mataron a machetazos a  Sinforoso Reyes,  a su esposa Eugenia Díaz, que estaba embarazada, y a cuatro hijos, menores de edad.  Los niños le hablaban al papá y a la mamá. Decían ‘mamita, levántate de ahí’ ¿Y cómo se iban a levantar si ya estaban muertos?”, dice Lidia, en una denuncia pronunciada con un tono demasiado bajo, pero cuyo contenido grita demasiado fuerte.
En la masacre, mataron a los padres de Lidia, Pablo Chicas y Florentina Mejía. Su hermano Omar tenía una cortadura en la cara y los dedos mutilados. Su hermana Agustina estaba en un peñón con la falda hacia arriba y la ropa interior abajo. En la masacre, mataron a tres hermanos menores, su abuela, tres tíos, tías, primas…, en total, 55 familiares.

¿55 dijo? Lo corroboro con otra periodista que también cubre la audiencia. Y sí, dijo 55. Si en la masacre de El Mozote murieron mil personas, el 5 % eran familiares de Lidia. El silencio que ha envuelto a la sala es atroz.

Preguntan entonces los querellantes y los fiscales:

— ¿Por qué dice que fue el ejército quién mató a la gente?
— Porque ellos fueron, yo los vi.
— ¿Quiénes la ayudaron a enterrar a la gente?
— Solo yo con mi esposo.
— ¿Cómo la afecto esto?
— Solo yo quedé con mi hija: yo no tengo nada.
— ¿A cuántos sus familiares le han entregado?
— Ya ni me acuerdo.

Las manos le tiemblan y toma té. Turno entonces para que los defensores pregunten, pero algo pasa. Cuando Lidia termina y los abogados que la representan acaban sus preguntas, nadie en el bando contrario puede decir nada. Están mudos. Ninguno de ellos tiene preguntas. La audiencia termina y los tiburones han perdido sus dientes. Lidia los ha silenciado.

Cuando ocurrió El Mozote, la legislación salvadoreña no asignaba la calidad de “víctimas” a quienes sufrían un delito. Les llamaba “ofendidos”. El poema de Roque Dalton cobra vida:

Ahora es la hora de mi turno
el turno del ofendido por años silencioso
a pesar de los gritos
 Callad
Callad
Oíd

Articulo de Nelson Rauda Zablah


4/10/17

El Ensamble de Cuerdas LiberArte inaugura Festiclown El Salvador 2017


Desde hace unos días un representante de Huacal está en El Salvador en el marco del seguimiento de los proyectos que compartimos con entidades salvadoreñas, trabajando en la coordinación de futuros proyectos y compartiendo encuentros con asociaciones y administraciones varias...

Esta misma noche, hemos participado en un evento muy especial dando apoyo a nuestra entidad hermana TNT (Tiempos Nuevos Teatro) que participaba en la inauguración de la cuarta edición de Festiclown El Salvador 2017.





Por cuarto año consecutivo La I-rreal Compañía de Teatro y Clown, organiza el Festival Internacional de Clown Escénico Festiclown El Salvador 2017 que tiene como fin generar un desarrollo en el quehacer escénico del país, convertir a El Salvador en una plataforma cultural para el mundo y fomentar una cultura de paz  por medio de las artes.

Este año participan agrupaciones artísticas de El Salvador, México, Colombia, Argentina, España, Austria, Francia, Uruguay y Chile que se darán cita del 2 al 8 de octubre del corriente, llevando sus propuestas artísticas a los diferentes espacios escénicos del país: Teatro Luis Poma, Teatro Nacional de San Salvador, Teatro Nacional de Santa Ana, Teatro Nacional de San Miguel, Centro Cultural Alfredo Espino, centros penales y de reinserción femenina, hospitales, hogares de ancianos y en comunidades con difícil acceso al arte.

La primera actuación de este Festival ha estado la presentación del Ensamble de Cuerdas LiberArte. Este quinteto está conformado por jóvenes ex residentes del Centro de Programas para la Inserción Social Femenino Ilopango, hoy en libertad que recibieron y reciben el apoyo de TNT en su formación artística y musical en un proyecto compartido con Huacal.

Una demostración artística de gran calidad que además de emocionarnos queriamos compartir con nuestros amigos y amigas de Cataluña y El Salvador.