Sara García (Chalchuapa, El Salvador, 1986) acaba de
aterrizar en España. Y el día que salió de El Salvador respiró con una
alegría inmensa. Después de acompañar y asistir psicológicamente a
Beatriz -la mujer que ha estado a punto de morir porque no se le
permitía abortar pese a saberse que su hijo no tenía cerebro, Sara
García podía celebrar que esta mujer de 22 años no se había quedado
desangrada por el camino como muchas otras. O en la cárcel. En El
Salvador, el aborto está prohibido en la Constitución e interrumpir el
embarazo puede acarrear penas de hasta 50 años para las mujeres y de 12
para los médicos que los practican. Este fin de semana, Sara García
participa en Bilbao en la iniciativa coordinada por la ONG Mugarik Gabe de plantear un tribunal simbólico
para denunciar la violación de los derechos de la mujer y su
invisibilización histórica. Activista feminista, García forma parte de
la Agrupación ciudadana para la despenalización terapeútica, ética y
eugenésica del aborto en El Salvador.
Pregunta. ¿Qué se pretende con este tribunal de derechos de las mujeres en el que usted va participar?
Respuesta.
Este tribunal simbólico va a permitir visibilizarnos, visibilizar las
injusticias que se están viviendo con la penalización absoluta del
aborto que tenemos en El Salvador. Una legislación que impide a las
mujeres decidir sobre su cuerpo y sobre su vida. Incluso cuando se han
producido violaciones o cuando hay malformaciones, no es posible
abortar. Las mujeres transitan del hospital a la cárcel. En nuestro
tribunal concretamente vamos a denunciar el caso de Teresa, de 28 años,
que ha sido condenada a 40 años de prisión. Se le ha juzgado en base a
prejuicios y sin pruebas científicas directas y lleva en prisión casi
dos años. Todo en el marco de unas condiciones de pobreza, ya que no
tenemos acceso a un sistema de salud digno. Buscamos solidaridad y
denuncia internacional. Hemos logrado sacar a siete mujeres de la cárcel
en condiciones muy similares a la de Teresa. Mujeres con abortos
espontáneos, partos prematuros no asistidos, etc que llegan desmayadas y
son denunciadas por la enfermera o por el médico.
P. La Constitución de su país prohíbe expresamente el aborto y las penas por interrumpir el embarazo son muy duras.
R.
Sí, las mujeres son acusadas de abortar, pero durante el proceso
judicial se les cambia la figura penal, que pasa a ser homicidio
agravado, por el que pueden ser condenadas de 30 a 50 años de cárcel. Es
el caso de Teresa y de tantas otras. Con esa legislación, las mujeres
siempre llevan las de perder.
P. ¿Cómo han conseguido sacar de prisión a estas siete mujeres?
R. Ha
habido varios elementos: una comisión jurídica que identifica los
errores judiciales: pruebas forenses que no existen, o pruebas
científicas que no están, etc. Y con ello se puede revisar el juicio. Y
luego el otro elemento es la presión del movimiento feminista, de las
organizaciones de mujeres y movimientos sociales. Redes de solidaridad
muy amplias en mi país y también a nivel internacional. Se tienen que
sentir observados y darse cuenta de que va a haber más presión todavía.
P. El
caso de Beatriz ha cruzado el charco informativamente. ¿Cree que este
hecho les puede servir como espaldarazo en su lucha por la
despenalización del aborto?
R.
Realmente sí, porque planteó una causa justa: una mujer que necesita
que le interrumpan el embarazo y que, sin embargo, hay un vacío legal en
El Salvador que lo impide y un código penal que directamente lo
persigue. Se logró evidenciar ese hecho. Y a nivel internacional ha
habido mucho apoyo de las mujeres de Amnistía Internacional, que nos han
ayudado a difundir el caso por todas las redes.
P.
De hecho, hasta la ONU ha recomendado que se abra un debate serio y
profundo sobre la regulación tan restrictiva que tiene su país en
relación con el aborto.
R.
Efectivamente, ha instado a un debate en profundidad. De hecho la
ministra de Salud, María Isabel Rodríguez, primera médica en mi país y
una de las tres primeras diputadas en El Salvador, con una trayectoria
política muy admirable, se ha pronunciado públicamente y la
Procuraduría de Derechos Humanos también. Sin embargo, los diputados y
diputadas no han dicho nada, siendo cómplices del sufrimiento que este
caso ha supuesto. Los partidos consideran que este tema siempre tiene un
coste político electoral, se pierden votos. El año que viene tocan
elecciones presidenciales. La propia pareja del presidente dijo que no
quería que el caso Beatriz se tomara como un tema electoral, incluso
antes de decir que se solidarizaba o cualquier cosa. Y dijo que en El
Salvador hablar del aborto no está en las reglas de juego de este
gobierno. Y ya llevamos 16 años de esta legislación absolutista. El
Estado del Salvador no se puede quedar callado. Exigimos que comience ya
ese debate en la Asamblea legislativa para que pueda haber un cambio
real. Se ha producido un cambio en el imaginario de la sociedad: ya no
estamos ante el dilema de el aborto es bueno o es malo, algo que, de
alguna manera, nos habían construido. Es que era una necesidad para
Beatriz, no se podía mirar para otro lado. Y muchos ni sabían que ese
tipo de aborto estaba penalizado.
P. Quería
recordar unas palabras precisamente de la ministra de Salud, que
animaba la juventud a luchar por sus derechos, aunque reconocía que El
Salvador "tiene grupos tremendamente cerrados".
R. Hay
grupos fundamentalistas que tienen un gran poder económico, político,
mediático. Una de las líderes del grupo "Sí a la vida", que nosotros
apostillamos sin derechos, escribe prácticamente cada semana en el
Diario de Hoy, uno de los medios masivos, y sus artículos siempre están
en contra del aborto y de los matrimonios del mismpo sexo, otra de sus
banderas.
P. ¿Qué presiones han
tenido que vencer los médicos que han tratado a Beatriz y el hospital
donde estaba ingresada por parte de las organizaciones antiabortistas o
de la Conferencia episcopal de El Salvador?
R. Los
médicos tenían miedo. Esos grupos fundamentalistas son muy agresivos y
tienen un gran poder mediático y han tenido presión directa por su
parte. Tenían miedo a ser procesados y luego a perder el prestigo porque
vas a quedar ya marcado. Sin embargo, hay que destacar que el comité
médico que ha atendido a Beatriz estaba muy comprometido con ella.
Recomendaron el aborto terapeútico cuando vieron el diagnóstico tanto de
ella, como la situación que traía la criatura, sin cerebro. Pero no
solo esos grupos, también ha presionado el Instituto de Medicina Legal,
que está dirigido por una persona vinculada a los grupos del "Sí a la
vida", una organización antiabortista con mucha influencia. Por eso ha
sido tan importante la postura de la ministra de Salud.
P. ¿Ustedes han sentido miedo?
R. Algunas compañeras han visto el riesgo muy de cerca porque han sido difamadas.
P.
Hay una derivada legal muy interesante en el caso de Beatriz. El
Constitucional rechazó el amparo solicitado por ella para poder abortar,
pero sin embargo la Corte Interamericana -en una decisión sin
predecentes- exigió a El Salvador que cumpliera con el tratamiento
recomendado por los médicos y por el comité ético del hospital, esto es,
que se interrumpiera el embarazo sin más dilación.
R.
Fue muy importante porque es un pronunciamiento vinculante. Y bastante
relevante porque, entre otras cosas, los médicos se sintieron más
respaldados para actuar. El propio Constitucional, aunque rechazó el
recurso de Beatriz, incluyó un párrafo en la resolución en el que
señalaba que eran los médicos, al fin y al cabo, los que tenían que
tomar la decisión. Les daba la potestad de actuar en el momento que
fuera necesario.
P. Al
final el caso de Beatriz, pese a los riesgos tan evidentes para su
salud, se ha podido solucionar in extremis con una cesarea, pero
¿cuántas Beatrices hay en su país?
R.
Por eso vamos a mantener la lucha. Cada día hay mujeres que llegan al
límite y no hay un servicio de salud adecuado para practicar un aborto
terapeútico. Incluso las cifras oficiales son engañosas porque muchas
veces mujeres que han muerto por alguna causa relacionada con el
embarazo se recoge de otra manera, se cataloga de otra forma en las
estadísticas. Las Beatrices van a seguir apareciendo y el personal
médico se va a ver atado de pies y manos una vez más, y no va a haber un
recurso de amparo en cada caso. Además, ella lo ha vivido como una
tortura, aguantando todas estas presiones. Los fundamentalistas le
decían directamente cosas como: "no vayas a triturar a tu hijo, no lo
vayas a asesinar". Usando un lenguaje tremendo para tratar de
culpabilizarla.
P. ¿En esos grupos incluye también a la Conferencia episcopal salvadoreña?
R.
Sí claro. Han estado muy activos. La Conferencia de hecho lanzó una
campaña para que en todas las misas de un domingo se hablara del caso,
se leyeran los pronunciamientos de la propia Conferencia episcopal en
los que se subrayaba que lo que estaba pasando con Beatriz no constituía
una violación de derechos humanos.
P. Por eso era tan importante el acompañamiento psicológico que usted y personas de su organización le han dado a Beatriz.
R.
Era una tortura para ella. Tener que llegar hasta el final, ver a su
hija, que no traía cerebro [que murió al de pocas horas de practicarse
la cesárea]. Estábamos pendiente de ella, de acompañarla
psicológicamente. Todos los días una de nosotras estábamos ahí,
pendiente de lo que pasaba. Un contacto directo, se ha creado un vínculo
con ella muy fuerte. Pero no podemos estar así para cada mujer que
necesite un aborto.
P. ¿Cómo han sido esos momentos de apoyo a Beatriz?
R.
Nosotras estábamos desesperadas porque era un hospital con un cuartito
pequeñísimo con dos camas, sin ventilación. Y Beatriz estaba lejos de su
familia, de su hijo de un año, de su compañero de vida. Cuando venía su
hijo le dejaban estar con él diez minutos porque no estaba en
condiciones. Fue muy duro para ella. Y escuchando la radio, los mensajes
que se daban sobre ella y su caso, a los grupos fundamentalistas, que
hablaban mal de Beatriz. Ella se quería ir, pero los médicos le decían
que no era posible porque se podían complicar mucho las cosas y podía
ocurrir cualquier cosa, incluso un desenlace fatal. No aguantaba estar
allí. Pero también escuchaba todo lo que se estaba haciendo por ella.
Beatriz ha ido de la mano con nosotras todo el rato.
P. Uno
de los problemas con legislaciones tan poco permisivas con el aborto es
que quien puede pagárselo se va del país a abortar, pero quien no tiene
poder adquisitivo tiene que abortar en unas condiciones muchas veces
lacerantes.
R. Así es.
Tenemos esta frase que dice que las ricas abortan y las pobres se
desangran. Lo tienen que hacer de forma clandestina, arriesgan sus
vidas. Y son mujeres que lo necesitan, se les niega su derecho y al
final se llega a casos tan extremos como el de Beatriz. El problema
también es que una mujer que llega con un aborto espontáneo a un
hospital pierde su presunción de inocencia y solo por el hecho de ser
mujer y pobre es perseguida. Ha tenido un aborto y es culpable.
P.
Y sin embargo lo que demuestran los estudios es que la tasa de abortos
es menor en aquellos países con leyes permisivas o reguladas con
supuestos determinados.
R. Sí,
de hecho es un momento muy importante para nosotras poder lograr una
ley que incluya determinadas causas concretas para que permitan a las
mujeres por motivos de salud u otros poder abortar. Esperamos que este
caso ayude y que, frente a lo que pasa ahora, que se percibe como un
coste político hablar de este asunto, que el coste político sea quedarse
en silencio.
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