Desde Huacal os queremos invitar a conocer sus articulos, estudios y publicaciones. Y de momento, os dejamos con un primer artículo-resumen del libro El Salvador. Su historia y sus luchas (1932-1985) sobre "La crisis en los años setenta y ochenta" de Amilcar Figueroa:
Magnitud de la crisis
La
crisis de los años ochenta era una profunda crisis estructural, que
evidenció la incapacidad del modelo económico implantado en El Salvador
para resolver las necesidades básicas de la mayoría de la población.
La
salvadoreña es una economía fundamentalmente rentista, que se mantiene
atada a los vaivenes de los precios internacionales del café, y cuyos
intentos de diversificación económica, a través de «los procesos de
industrialización», han concluido en rotundos fracasos. Esto se ha
traducido en un corte del crecimiento económico y, atendiendo a los
patrones distributivos imperantes, ha trasladado el peso de los efectos
de dicha crisis en un solo sentido: sobre los hombros de los
trabajadores. Esta situación ha puesto sobre el tapete de la sociedad
profundas contradicciones de clases aún en proceso de experimentar un
desenlace.
Desde 1950 hasta principio de la
década de 1970, ser observa una relativa estabilidad en las Reservas
Internacionales Netas (RIN). A partir de 1975, éstas comienzan a
incrementarse significativamente como consecuencia del aumento de los
ingresos por concepto de exportaciones, producto del alza que durante
los años 1976 y 1977 experimentó el precio del café a nivel
internacional. Asimismo, en el año 1978, se produce un aumento del
volumen de las exportaciones, hecho que generó una gran afluencia de
divisas hacia El Salvador. Sin embargo, tal situación de bonanza no se
mantiene: para fines de 1978, las RIN sufren un fuerte descenso, y en
1979 llegan a ser negativas por primera vez en casi treinta años. El
factor determinante de la caída fue la baja de los precios de los
productos básicos exportables (café-algodón), añadido al pago de
intereses de la deuda externa y a la fuga masiva de capitales. En
conclusión, el descenso vertiginosos sufrido por las RIN en El Salvador,
particularmente a partir de 1979, fue un indicador inequívoco de la
profundidad de la crisis económica por la que empezaba a atravesar el
país.
Durante el período 1950-1979, el «Producto
Territorial Bruto Real» evidenció intensas fluctuaciones en su tasa de
crecimiento. Sin embargo, ésta se mantuvo positiva, ya que conservó un
promedio de 5%. Las referidas fluctuaciones estuvieron, por supuesto,
asociadas al comportamiento irregular de los precios de los productos
básicos en el mercado internacional. Sin embargo, después de 1979, la
situación prevaleciente a nivel mundial (alza de los precios del
petróleo, recesión en los países industrializados y, especialmente
importante en cuanto a sus repercusiones para El Salvador, la caída de
los precios de los productos básicos), unida a la recesión en los países
centroamericanos, provocaron un violento descenso en la tasa de
crecimiento del PTB Real que se hizo negativo en ese momento. He aquí,
pues, otra expresión indiscutible de la crisis económica que azotaba a
El Salvador.
Sobre cómo incide la crisis en la
población, nos encontramos con que, bajo sus efectos, un porcentaje
bastante elevado de los habitantes del país ni siquiera puede vender su
fuerza de trabajo al no estar el sistema productivo en capacidad de
absorberlos. Esto evidencia, por supuesto, los males de fondo existentes
en la estructura social, tal como lo señala Donald Castillo Rivas:
Esta
sobreoferta de fuerza de trabajo en El Salvador está determinada por
varios elementos estructurales de la sociedad salvadoreña. Entre ellos,
cabe mencionar el explosivo crecimiento demográfico en un territorio
sumamente pequeño (casi cinco millones de personas en 21 000 km2),
una altísima concentración de la tierra (40% de las tierras cultivables
pertenecen al 1% de la población), una tasa de crecimiento demográfico
del 3,8% y, finalmente, un desempleo y subempleo del orden del 45%.
En
general, el pueblo salvadoreño vive una situación de dificultad que
tiene sus raíces históricas en la conformación de su actual sistema
capitalista, y la cual podría ser sintetizada en los siguientes
términos:
Al
examinar las condiciones de vida del pueblo, nos enfrentamos a una
realidad escalofriante. Analfabetismo del 50% de la población, el índice
de mayor mortalidad lo tienen enfermedades fácilmente controlables con
un mínimo de medicina social preventiva: las enfermedades
gastrointestinales, por un lado y, por otro, los estragos que causa la
desnutrición. La dieta del campesinado se compone de frijoles y
tortillas de maíz, a la que se agregan, en algunas ocasiones,
hortalizas. El consumo de leche, carne, huevos es muy bajo, aun en las
ciudades. El pueblo de El Salvador tiene un índice de desnutrición entre
los más altos del mundo…
En
cuanto a los problemas alimentarios, es conveniente tomar en cuenta que,
aun cuando El Salvador posee una economía basada principalmente en la
explotación del campo, la producción se ha volcado a la exportación,
ocupándose para ello la mayor cantidad de tierras, y también las mejores
en cuanto a calidad de sus suelos. Progresivamente, han sido
desplazados los cultivos para la subsistencia (cereales) hacia las
peores tierras de los departamentos de Cuscatlán, Cabañas, Morazán,
Chalatenango, San Vicente y La Unión. Lo anterior ha traído
como consecuencia una producción insuficiente para el mercado interno y,
por lo tanto, la necesidad de importar buena parte de dichos productos;
trayendo aparejado el encarecimiento de la dieta de los sectores de más
bajos ingresos.
Es bueno apuntar que el
reconocimiento de la existencia de una situación crítica no se restringe
tan solo a los sectores interesados en un cambio político o social,
sino que el cuadro de miseria extrema, en la cual vive la mayoría de la
población salvadoreña, no puede ser soslayada ni siquiera por los
representantes del actual sistema de dominación. Por ejemplo, en el
informe dela Comisión Kissinger, se admite que:
…en
El Salvador, en 1980, 66% del ingreso nacional fue recibido por el 20%
más rico de la población, mientras el 20% más pobre solo recibía el 2%
de dicho ingreso. Más del 60% de la población de la región vivía en
estado de pobreza en 1980 […], y más del 40% en estado de extrema
pobreza…
Y, aunque en este informe
se pretende señalar como causa principal de la insurgencia en
Centroamérica la ingerencia cubano-soviética, no obstante se ven
forzados a reconocer lo siguiente:
El
descontento es real y muy generalizado y, para gran cantidad de la
población, las condiciones de vida son miserables; así como Nicaragua
estaba madura para su revolución, del mismo modo las condiciones que
invitan a una revolución están también presentes por toda la región…
Podemos
afirmar, entonces, que la sociedad salvadoreña entró en la crisis
estructural más aguda de los últimos tiempos después de la vivida a
inicios de los años treinta. En este contexto, es, precisamente, donde
se gesta la actual confrontación.
El golpe militar del 15 de octubre de 1979
A
mediados del año 1979, todo parecía indicar que en El Salvador se
avecinaba una tormenta de vastas proporciones. El gobierno del Gral.
Carlos Humberto Romero se agotaba rápidamente, y comenzaban a moverse
los hilos en función de un «recambio» en el equipo gubernamental, tal
como nos tiene acostumbrados las Fuerzas Armadas salvadoreñas; tan solo
que ahora el «cambio» tomaría un rumbo distinto. Ya no tenían cabida las
fórmulas tradicionales, puesto que el grado de conciencia, organización
y movilización de las fuerzas populares no le permitían a las clases
dominante implementar una de sus salidas típicas. Por otra parte, las
contradicciones de la sociedad habían llegado a los cuarteles y, por
secretos que fuesen, se conocían de los movimientos de la llamada
«Juventud Militar».
El estado de efervescencia
política podía ser apreciado por todas partes, y si tomamos por ejemplo
cualquier manifiesto público proveniente de sectores populares puede
calibrarse el fermento revolucionario como se distingue en las
siguientes líneas:
La
lucha popular ha entrado en un nuevo momento, donde se advierte la
participación firme y decidida de la clase obrera, haciendo sentir su
solidaridad militante en los conflictos de La Constancia, La Tropical,
Pezca, Pronacsa. En esta forma es que los obreros han parado más de
veinte fábricas con la participación de diez mil obreros en la
realización de dichos paros, incluyendo el corte de energía eléctrica a
nivel nacional, como mecanismo de presión para que sean resueltas todas
las demandas de los obreros en huelga. Esto es una muestra de heroísmo,
la abnegación y la solidaridad militante de la clase obrera que ha dado saltos y enormes avances en conciencia y organización.
Y
si éste era el estado de la lucha obrera, un fenómeno similar ocurría
en otros sectores sociales, particularmente en el de los trabajadores
del campo, que se habían puesto en movimiento. Es frente a tal realidad
que los grandes propietarios de El Salvador, asesorados por la embajada
estadounidense, conciben un golpe militar preventivo y,
penetrando al movimiento dela Juventud Militar, dan pasos concretos en
el sentido de que su poder político no corriese peligro. Todo este
movimiento fue precipitado, en gran medida, por el triunfo dela
Revolución Popular Sandinista de la vecina Nicaragua.
Al
fin, el 15 de octubre, un movimiento militar —en cuyo «Grupo
Coordinador» figuraban el Tte. Cnel. Francisco René Guerra y Guerra, el
mayor Álvaro Salazar Brenes, el mayor Román Barrera, el Cnel. Jaime
Abdul Gutiérrez, el capitán Amílcar Molina Panameño, y el capitán
Francisco Emilio Mena Sandoval— depone al régimen.
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