26/11/17

Museos que cuentan lo que decidieron olvidar las aulas

 

Artículo de Mneesha Gellman publicado en El Faro. 

Los proyectos de memoria no sólo documentan la verdad, sino también abarcan agendas más amplias que incluyen la infusión de la memoria en la cultura política. Instituciones como El Museo de la Palabra y la Imagen, y sitios de memoria como Perquín y El Mozote, establecen en El Salvador mecanismos de diálogo y abren espacios de reflexión que contribuyen a corregir las distorsiones y silencios de la historia oficial.


La memoria contiene historias que utilizamos para contar nuestras vidas, y reflejan cómo tomamos decisiones acerca de nuestro comportamiento político y social. Los recuerdos también juegan un papel tangible en proyectos de cultura y por lo tanto se convierten en sitios de conflicto. Por ejemplo, en los materiales redactados como libros de texto de historia, ciertos recuerdos son considerados “oficiales” y por lo tanto juegan un papel importante en el desarrollo de la identidad durante la infancia y la formación de ciudadanía.

En El Salvador, las recientes revisiones de libros de texto han generado debate sobre la importancia de la memoria histórica en la democratización. Las memorias colectivas contienen las maneras de saber y ser que la gente usa para reforzar su identidad y su comunidad. Estas memorias proporcionan gran parte del fondo tangible y fondo intangible de nuestra vida cotidiana. En parte, esto se debe a que la memoria se representa en símbolos y las personas utilizan una variedad de símbolos para vincular las realidades personales a las comunales a través de tiempo.

Por lo tanto, la interpretación de la memoria que hacen los sobrevivientes de la guerra a través de narrativas sobre sus experiencias de violencia es lo que une la violencia histórica a la ciudadanía contemporánea. En sus estudios sobre los movimientos de derechos humanos en Argentina, Elizabeth Jelin señala que los proyectos de memoria no sólo se ocupan de la documentación de la verdad, sino también abarcan agendas más amplias que incluyen la infusión de la memoria en la cultura política. La facilitación de los enlaces entre proyectos de memoria y la política sirven aquí como un ejemplo de las limitaciones que el tipo de régimen de El Salvador enfrenta para abordar la cultura del silencio y el diálogo. El Salvador encara desafíos en cuanto a la narración de la memoria, y la historia podría ser utilizada para fortalecer la legitimidad política.



La guerra silenciada

La Comisión de la Verdad de El Salvador, establecida por los Acuerdos de Paz de Chapultepec en 1992, registra casi 14,000 violaciones de los derechos humanos en su informe, que fue publicado por un comité de la ONU en 1993. Una semana después del lanzamiento del informe de la Comisión de la Verdad, la Asamblea Legislativa aprobó una ley de amnistía que incluye todos los delitos relacionados con la guerra. Por lo tanto, los procesos de la verdad y reconciliación en El Salvador han sido limitados por la amnistía, declarada nula el pasado mes de julio. Por ejemplo, después de la Comisión de la Verdad en El Salvador se purgó a una gran parte de los militares, pero el tema de la guerra no apareció en la historia oficial en una manera que enfatiza la injusticia estructural en el país, ni en los libros de texto de historia utilizados en el sistema de educación pública en El Salvador.

Los tomos Historia 1 y 2, elaborados en 1994, presentan una imagen de la guerra que conforma la imagen del gobierno del momento. Con la creación del libro Historia Mínima, presentado por la Secretaría de Cultura en 2011, durante el período del Presidente Funes, con ocasión del bicentenario de la independencia del país, ahora hay una presentación de la historia salvadoreña para el público en general, pero no se está usando en las escuelas. Dadas las limitaciones del sector de educación, es interesante considerar espacios informales en la sociedad civil donde la educación sobre la historia –la formación de las memorias colectivas– pueda durar.



El Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI) fue fundado a finales de 1990 en San Salvador por Carlos Henríquez Consalvi, “Santiago”. Consalvi fue la voz de Radio Venceremos, una emisora clandestina de radio del FMLN que difundía información durante la guerra, y ha continuado en su misión de informar a través del MUPI, donde tiene exposiciones y un valioso archivo mayormente de libros relacionados con la guerra, además de artículos, fotografías y grabaciones en vídeo y audio.
El MUPI, tanto como los libros de historia, es extensión de ciertas relaciones de poder que determinan cuál información se presenta y la forma en que se contextualiza. Los contenidos del MUPI abordan diferentes aspectos de la guerra, sus antecedentes y el periodo después, pero todo está relacionado al planteamiento principal de que la información y el diálogo son claves para el empoderamiento de la sociedad salvadoreña. El museo incluye exposiciones sobre la vida de Monseñor Romero antes de convertirse en el arzobispo de San Salvador, los libros de Salvador Efraín Salazar Arrué, “Salarrué”, el primer escritor salvadoreño que abordó la masacre del año 1932 de indígenas y obreros, y exposiciones sobre las mujeres organizadas en las luchas sociales durante la guerra civil.

El MUPI también ha inaugurado una exposición sobre la migración que trata los motivos para irse al norte, los peligros y los derechos de los migrantes. La exposición vincula la discusión de la migración con los problemas que enfrentan las personas que se quedan, y es una poderosa conexión entre temas históricos, como la exposición de un niño salvadoreño que se unió a la insurgencia durante la guerra, y los factores contemporáneos salvadoreños que impulsan a la gente a tomar los riesgos de la migración para posiblemente mejorar sus condiciones de vida.

A pesar de que las exhibiciones del MUPI presentan historias subalternas que desafían la invisibilización del pasado promovida por gobiernos anteriores, la llegada del FMLN al poder en 2009 ha resultado en nuevos espacios para que organizaciones de la sociedad civil como el MUPI podrían insertarse como actores claves en este tema. Al vincular la agenda de MUPI con el sector de la educación formal, Consalvi ha conseguido una alianza estratégica con el del Ministerio de Educación (MINED) a través del Departamento de Educación en Arte, Cultura, Deportes y Recreo para excursiones escolares al MUPI. En este programa, iniciado en 2011, el personal de MUPI facilita talleres con los estudiantes sobre una variedad de temas relacionados con la memoria, exponen material audiovisual producido por MUPI y dan visitas guiadas del museo a los alumnos. Esta colaboración llevó a más de 1,000 estudiantes de 25 escuelas al MUPI en 2013, y más de 11,000 estudiantes participaron en los ‘Días Culturales’ con personal de MUPI que llega a sus centros escolares.

De esta manera el proyecto sobre memoria del MUPI se ha integrado a los programas escolares a través de visitas de campo y una mayor conciencia de los docentes sobre los temas abordados, así como un nuevo espacio de diálogo entre alumnos sobre la guerra, la historia nacional, la cultura indígena y la importancia de la memoria. Aunque aún no se ha medido de manera sistemática el impacto del programa del MUPI en la cultura de diálogo, su enfoque multimetodológico está generando más oportunidades de las que existían anteriormente para los alumnos, docentes y padres y madres de familia, quienes tienen la oportunidad de conocer nuevos temas juntos y luego conversar sobre ellos.



El diálogo no oficial

Aunque el MUPI juega un papel protagónico en el movimiento de memorialización en El Salvador, no es el único proyecto. Hay varios museos independientes sobre la guerra y la paz en otras partes del país, especialmente en las zonas como Perquín y El Mozote. En Perquín, los monumentos conmemorativos a los mártires son explícitamente de izquierda, dirigidos por excombatientes del FMLN, y carecen de la agenda cultural más amplia que el MUPI tiene como parte de su misión de compartir la historia de la guerra. El Estado también ha establecido monumentos que cuentan historias sobre la guerra desde la perspectiva del Estado, mientras que comunidades como la de El Mozote han creado monumentos independientes para reconocer las masacres de la época de la guerra.

Hay una pluralidad de voces que enmarcan el recuerdo, de acuerdo con diferentes agendas ajenas al sector de la educación formal en El Salvador. Esto significa que hay una representación de varios tipos de memoria sobre la guerra. Los factores de ubicación, acceso a los recursos y grado de poder político dan forma a la visibilidad de cada memoria representada. Las formas de recordar en El Salvador muestran que hay un discurso activo entre la sociedad civil y el Estado, aunque con muchas diferencias de poder. El discurso sirve como interlocutor con los recuerdos de los visitantes a museos como MUPI, y fomenta una ciudadanía activa.

Los sitios alternativos de memoria juegan un papel importante en el periodo post-conflicto y la democratización de los países, en que los ciudadanos buscan encontrar el equilibrio entre el recuerdo y el olvido, lo cual les permitiría estar empoderados sin vivir con el trauma del pasado. El MUPI es ejemplo de una forma de romper la cultura del silencio y desinformación oficiales que podrían afectar a las futuras generaciones. Los niños de edad escolar, los docentes y padres y madres de familia que acompañan las visitas al MUPI entran en contacto con narrativas alternativas que posiblemente no se encuentren de otra manera.

Por otra parte, durante las discusiones facilitadas por los docentes, se les dará la oportunidad de practicar participación cívica en un diálogo respetuoso sobre temas previamente considerados delicados o controversiales. Los estudiantes que visitan el MUPI pueden hacer referencia a la presentación alternativa de la historia mientras conocen la historia oficial representada en los libros de texto o en otros materiales o espacios de conmemoración. Los que están en otros niveles escolares de manera similar pueden utilizar las exposiciones del MUPI para llenar los vacíos y compensar los espacios de silencio que penetran el sistema educativo salvadoreño.

El vuelco histórico de la Suprema Corte Salvadoreña de la ley de amnistía el 14 de julio de 2016 también puede marcar un punto de inflexión en el diálogo sobre el pasado violento. Utilizada para suprimir cualquier enjuiciamiento de los violadores de los derechos humanos desde la liberación del informe de la Comisión de la Verdad en 1993, la ley de amnistía también ha servido como una orden de silencio en el discurso público. Las vías para nuevas formas de recordar y educar sobre el pasado son más abiertas ahora y merecen más atención.

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