“Por los abrazos que nos faltan”: campaña de búsqueda en Extremadura de niños robados de El Salvador (articulo de finales de 2016 aparecido en eldiario.es)
Han venido a España para rescatar la memoria. La memoria
de miles de familias que 30 años más tarde siguen sin noticias de sus
hijos. Arrebatados de sus manos durante el conflicto armado de El Salvador.
La Asociación pro búsqueda de niños y niñas desaparecidos durante el conflicto armado de la guerra de El Salvador tiene
documentados hasta 35.000 casos de menores dados en adopción bajo un
sesgo legal ‘dudoso’ durante 12 años, hasta 1992. "Arrebatados de los
brazos de las madres, robados en hospitales o sustraídos en zonas
conflictivas".
Eduardo García, de la asociación pro búsqueda, ha pasado esta semana por Extremadura
para buscar alianzas. Reclaman la ayuda de instancias regionales y
europeas que colaboren en la identificación de los casos reclamados por
los padres biológicos. Con el propósito, no de cambiar la vida de
ciudadanos adultos que hoy viven en otros países, sino de que se
reconozca lo que pasó. Que se haga justicia.
De esas
adopciones documentadas, “muchas ilegales”, tienen constancia de que un
volumen importante de niños que fueron a parar a Unidos y Europa, en concreto a España, Francia o Italia. “Hemos encontrado a niños desaparecidos en Navarra o País Vasco. Sabemos que hubo adopciones en Extremadura, en Andalucía…".
"No son muchas las adopciones que se dieron en España, pero nuestro objetivo es que Europa entienda la corresponsabilidad: 35.000 niños dados en adopción en un país de apenas 4 millones de habitantes implica que fueron masivas, entre 10 y 12 diarias, con una avalancha”.
Es un trabajo arduo, en el que están encontrando no
pocas trabas. Por ahora han resuelto 430 casos de las 960 denuncias que
han recibido. “Las Abuelas de la Plaza de Mayo recuperaron más de un
centenar de niños, nosotros hemos recuperado 430. Cuando los estados dan
la espalda al tema de la niñez se invisibiliza el trabajo de las
organizaciones”.
Tras pasar por Extremadura, Eduardo
continúa la labor de sensibilización sobre la realidad del Salvador,
poco conocida hoy día en Europa. El objetivo es buscar aliados políticos
que les permita llevar su denuncia hasta la Unión Europea. Por ahora se han puesto en contacto con Podemos para llevar a Bruselas la realidad de miles de niños y niñas.
El reencuentro de una madre y su hijo
Relata emocionado los casos resueltos. Aquellos donde las madres tienen
la oportunidad de abrazar a sus hijos, aunque sea 30 años más tarde.
“Madres a las que les arrebataron a sus criaturas a punta de fusil
terminan pidiendo perdón porque piensan que no hicieron lo suficiente.
Que quizás hubiera sido mejor que las hubieran matado para no cargar con
el sufrimiento con el que lo han hecho durante todos estos años.
Una vez comienzan los levantamientos populares en el país
centroamenricano se constituyen dos bandos. En principio eran cinco
frentes guerrilleros que al consolidarse la guerra se unifican en una
sola, frente a un estado con paramilitares y diferentes policías.
La situación en mitad de un conflicto que duró más de una década fue
confusa. “Imagínese aquellos niños nacidos en las ‘guindas’, que eran
las huidas en las que salía la población corriendo de sus casas con lo
primero que agarraban. Una mujer embarazada que en medio de la montaña
daba a luz no tenía ninguna clase de registro. Ningún certificado médico
inscripción. Si alguien llegaba y se lo sustraía ese niño podía ser
inscrito con el nombre que quisieran, eso es una apropiación”.
A los ciudadanos europeos con origen salvadoreño, y que tengan unos 30 años, les pide que se pongan en contacto con ellos.
“Si saben que su origen está en El Salvador, les animo a que con toda
la discreción del mundo y bajo la confidencialidad nos cuenten su
historia y nos aporten sus datos”.
También lo pueden hacer a través de la Comisión Nacional de Búsqueda del Salvador, una institución del gobierno. Ambas organizaciones trabajan de la mano.
¿Cómo salían los niños del país?
Cuenta esta asociación, que ha ganado varias victorias judiciales en la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
que los menores salían de El Salvador con un pasaporte salvadoreño, con
un visado de ingreso en los otros países; “y muy probablemente el
apellido que adoptaban ya en el pasaporte salvadoreño era el de sus
padres adoptivos”. No adquirían la nacionalidad hasta que no quedaba
zanjado el trámite en el país destino.
Apunta a
responsables directos. "Nombres de funcionarios salvadoreños, jueces,
procuradores, abogados, que se repiten con mucha frecuencia en la
documentación. Tenemos constancia de la presencia de una red consolidada
de abogados que intercambiaban protocolos para que no fuera muy
evidente que una sola persona tramitaba a 2.000 niños en un año.
Pequeñas redes, mafias, incluso se dividían por países".
Pese a conocerse mucha información, denuncian que "no ha habido la
valentía ni por parte de la justicia salvadoreña, ni de fuera, de
preocuparse por conocer la verdad, establecer justicia y poner medidas
de reparación". Nunca estos casos han sido judicializados.
Por aquellos entonces los países de acogida tenían consulados en territorio salvadoreño en el conflicto armado,
de modo que manejaban información sobre operativos militares
gubernamentales. Operativos por otro lado protagonistas de todo este
tráfico de niños según denuncia. “Queremos que se desclasifique esa
información y que sirva para identificar a cadenas de mando, lugares en
los que se cogieron a los niños y lugares donde hay fosas comunes”.
¿Los padres adoptivos lo sabían?
Aclara que no. Los padres adoptivos de Europa o Estados Unidos no
conocían las condiciones en que llegaban los niños porque el estado
salvadoreño daba la certificación de abandono y 'adoptabilidad'. A estos padres se les pedía hasta 20.000 dólares por los trámites.
“En un estado de guerra, el decirle a unos padres adoptivos ansiosos de
tener un niño que procede de un país conflictivo que el niño está
herido, desnutrido o está enfermo... lógicamente daban el dinero. Se les
insistía a los papás a pagar para que los trámites avanzaran, para
agilizar procesos".
El perfil de los niños desaparecidos
El perfil coincide. Se trata de familias de escaso recursos, simpatizantes de la guerrilla o del movimiento contrario al gobierno represivo de ese momento.
Coincide con embarazos no deseados en adolescentes, a las que se las
persuadía fácilmente para que bajo engaño prestaran o dieran los hijos.
Es decir, familias de zonas rurales donde las fuerzas de la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional
encontraban más apoyos. De modo que la población, además de sufrir el
terror de la persecución gubernamental, perdió a miles de sus hijos.
Cuenta Eduardo García que hay casos en que los niños son depositados en
orfelinatos religiosos porque la guerra llega a sus comunidades, donde
son visitados por sus propios padres, "aunque finalmente se tramita la
adopción de esos niños".
Asegura que "varias
congregaciones religiosas se dedicaron a eso. "Hay intervención directa
de las damas de la Cruz Roja salvadoreña, que nos han negado
sistemáticamente la información bajo el pretexto de que fue destruida o
que se perdió, en la que ellas disponían de niños en fuego cruzado".
También apunta a club de rotarios u organizaciones altruistas que bajo
el sinónimo de caridad "malentendida" se hacían cargo de los niños y los
tramitaban en adopción.
“Fue un negocio muy suculento. Imagínense 35.000 niños a una media de 20.000 dólares,
¿cuántos millones de dólares pudo reportar esto? Todo bajo un estado
cómplice que reprimía a una población en un contexto de conflicto
armado”.
El contexto es un elemento determinante para comprender qué pasó durante más de una década con los chicos. “¿Quién iba a denunciar a la guardia nacional que su hijo había sido si eran simpatizantes de la guerrilla? Sabían que si lo hacían ellos también podían desaparecer o ser torturados?”.
Una comparación con España
Para la asociación salvadoreña es algo similar a lo que pasó en la guerra civil y la dictadura española.
“En España también hay niños robados, y se repiten unas características
similares. Si queremos que esto no siga pasando necesitamos legislar,
salvaguardar y sensibilizar”.
Hay un elemento
especialmente sangrante en esta historia. Y es que la asociación no
espera encontrar con vida a todos los niños robados. La mayor parte de
denuncias se refieren a menores que tenían entonces entre los 0 y los 5
años. Los adolescentes, según comenta, tuvieron la misma suerte que sus
padres y probablemente fueron asesinados.
“Había una componente ideológica de hacer daño al enemigo, quitándole
sus hijos. También había una componente racista. Niños del norte de
Chalatenango o San Vicente, con rasgos de ojos y piel más clara, eran
fácilmente puestos en el mercado internacional; frente a niños de
Morazán con pieles más oscuras y rasgos indígenas que eran exterminados y
asesinados porque no tenían una posibilidad de poder ‘contrabandear’
con ellos”.
Trabajo constante
Pro búsqueda es una operación muy pequeña, que vive de proyectos, de
caridad y de la cooperación. Con personal que trabaja con salarios muy
bajos, aunque ha sido capaz de reencontrar a 430 niños según destaca.
"La Fiscalía, el órgano de justicia salvadoreño, ni siquiera ha
investigado un caso. Pro búsqueda ha acompañado a mujeres campesinas en
la lucha por encontrar a sus hijos, y cuando el estado no ha respondido
hemos iniciado tres litigios internacionales ante la Corte
Interamericana de Derechos Humanos".
“Los tres los
hemos ganado y hemos sentenciado al estado salvadoreño. A pesar de eso,
las hermanas Serrano, el caso más emblemático de este litigio siguen
desaparecidas. Consideramos que el estado salvadoreño en su conjunto,
especialmente la Asamblea legislativa y muy especialmente el órgano de
justicia, no han hecho lo que su mandato constitucional determina:
investigación, sanción para los responsables y determinar el paradero de
los niños”.
"Consideramos que el Ejecutivo actual
sí ha tenido muestras de buena voluntad y las sentencias que le
incumbían se han ido cumpliendo. De manera lenta, pero progresiva. Pero el órgano de justicia no ha hecho su trabajo, quizás porque no ha sido depurado después de los acuerdos de paz, y porque prevalece un sesgo ideológico sobre un mandato constitucional".
Verdad, justicia y reparación
Se trata de jóvenes a quienes contaron que los abandonaron o que sus padres biológicos estaban muertos. Con el paso de los años, cuando constatan que la realidad es otra, y que son supervivientes de masacres, “relacionan esos recuerdos con hechos reales. Tienden a disminuir esas ansiedades, esos recuerdos, hasta que las pesadillas, que se transforman en verdades”.
“Las madres descansan, familiares que durante 30 años han buscado a sus niños abrazan a sus pequeños, y después de abrazarlos han muerto tranquilos. Hasta ahí llegó la lucha. Esto no son cosas del pasado como siempre nos han vendido. Son acontecimientos que ocurrieron hace 30 años. En realidad son amores, son ternuras, son abrazos y reencuentros que se dan ahora en el presente”.
Insiste en que no son cosas que deban olvidarse para hacer borrón y cuenta nueva, argumentado que son cosas de la guerra. Porque se trata de sentimientos que perduran hasta la actualidad y que se deben resarcir para n repetir los errores del pasado. “Supone una mirada al futuro para que no se vuelva a repetir”.
La historia se repite de nuevo
La historia parece ser ese círculo cíclico que repite acontecimientos cada cierto tiempo. Hoy Eduardo mira al drama de las persona refugiadas, y encuentra de nuevo que en todo el tránsito a Europa desde oriente ha habido miles de desapariciones de niños. “Eso es responsabilidad de Europa, los niños deben ser protegidos (…) Queremos que haya garantías a la infancia, para que no se repita más”.
A Europa, y sus estados, reclaman colaboración. “Esos niños son sus conciudadanos, son europeos, y según la convención internacional de la niñez toda persona tiene derecho a conocer sus orígenes. Quienes quieran conocer a su familia biológica, deben facilitarle las condiciones para hacerlo, aportar información para que las familias que los buscan puedan lograr ese abrazo tan deseado con sus niños aunque hayan pasado tres décadas”.
Advierte que los estados tienen una co-responsabilidad también porque “debieron de presuponer que algo estaba pasando, y que algo del todo no era legal en todo esto”. “De hecho todos los niños que salen en formato de adopción desde El Salvador pasan por los consulados de estos países porque con su pasaporte salvadoreño necesitan un visado para terminar de consolidar la adopción en sus países de destino”.
Reclaman además al estado salvadoreño un banco de ADN
que permita comparar todas las muestras. Algo que de momento no existe
pese a que hay una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos que así lo contempla.