25/10/15
Fundación Zoológica de El Salvador (FUNZEL)
En 1989 nace una entidad sin fines de lucro, con el propósito de proteger y conservar la fauna silvestre en El Salvador. Desde entonces FUNZEL (Fundación Zoológica de El Salvador) desarrolla programas de investigación, rehabilitación de especies, atención médico-veterinaria, educación ambiental y sensibilización de diversos sectores de la población con el propósito de evitar el tráfico y tenencia de animales silvestres como mascotas y/o en cautiverio. También imparten capacitaciones a voluntarios en la áreas de Educación Ambiental y Veterinaria y visitan centros escolares donde desarrollan charlas.
Uno de los principales esfuerzos de FUNZEL es la protección de las cuatro especies de tortugas con que El Salvador cuenta, que son la Carrey, Baule, Golfina y Prieta. En 2011 el proyecto “USAID-Mejor Manejo y Conservacion de Cuencas Hidrograficas Criticas / Componente Conservacion de Tortugas Marinas” reportó 1, 836,933 huevos colectados y 1, 613,921 neonatos liberados.
Además, FUNZEL realiza campañas para evitar el uso especies en peligro de extinción como mascotas, y de la fauna silvestre en general.
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18/10/15
Los locos del náhuat
¿Se puede aprender náhuat-pipil en nueve horas? Esta es la historia de cómo un ministro de Obras Públicas, un lingüista Premio Nacional de Cultura, una periodista y los Tzunhejekat aprenden a pensar cómo pensaban los antepasados, a sabiendas de que el náhuat poco a poco se nos está extinguiendo.
En una clase de náhuat-pipil, 25 personas intentan resolver un misterio. “¿De dónde viene el cero?” ha preguntado Rafael Lara-Martínez, el profesor, con el simple afán de sembrar la duda existencial. Mi compañero Gerson cree tener la respuesta correcta e intenta resolver el enigma. Desde una silla, ubicada en las primeras filas, alza su voz y afirma que el cero fue inventado en Mesoamérica por los mayas. Asombrado por la seriedad de mi compañero y por la seguridad en el tono de su respuesta, el profesor Lara-Martínez lo reta de nuevo:
—¿Antes de 1492 no existía el cero, entonces? -le pregunta.
—De aquí se lo llevaron los españoles -responde mi compañero Gerson.
El profesor quiere reírse, se le nota en la cara, pero solo alcanza a resoplar para resumir lo absurda que le ha parecido la afirmación. La discusión termina ahí, pero mi compañero Gerson, días después, se mantendrá firme. Wikipedia, al menos, le da la razón, pero a mí me basta para que esta escena se vaya directo a mi lista de los nunca: nunca imaginé que tendría de compañero de clases de náhuat al ministro de Obras Públicas. Nunca lo imaginé interesado en el náhuat. Nunca imaginé que lo vería desaprobado por un profesor que enseña una lengua que se cree muerta.
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11/10/15
Las élites secuestraron la paz en El Salvador
Interesante artíículo de Christine J. Wade, profesora asociada de ciencias políticas y estudios internacionales en el Washington College de Maryland, publicado en El Faro con el título de Las élites secuestraron la paz en El Salvador:
Aproximadamente un tercio de los salvadoreños todavía viven en la pobreza y miles emprenden el peligroso viaje hacia Estados Unidos en búsqueda de un trabajo, siendo sus remesas las que sostienen la estancada economía salvadoreña. No resulta sorprendente, pues, que tantos salvadoreños valoren como deficiente El Salvador de la posguerra, con más del 60 por ciento manteniendo que la situación es la misma o peor que durante la guerra.
Los resultados de los esfuerzos de la ONU para la consolidación de la paz en el mundo han sido bastante desiguales. Relativamente pocos casos podrían calificarse como democracias liberales o electorales, o muestran signos visibles de un Estado de derecho establecido, de la reconciliación de la sociedad o de desarrollo económico. El Salvador es uno de los numerosos países que permanecen atrapados en algún punto entre una dictadura y una democracia liberal, algunos de ellos con escasas perspectivas de completar su transición en un futuro próximo.
Y mientras esto ha conducido a algunos académicos a ser críticos de los esfuerzos para la consolidación de la paz por parte de las Naciones Unidas (y muy apropiadamente), estas críticas se centran casi exclusivamente en las ideologías, las acciones y las políticas de agentes externos (el personal promotor de la paz). Pero los promotores de la paz no son los únicos responsables de los resultados de los procesos de consolidación de la paz. Las preferencias de las élites dan forma a los procesos de paz a través de su deseo de mantener el statu quo, así como su control sobre los recursos del Estado y las redes clientelares.
Las élites locales a menudo encuentran formas de emplear los procesos de consolidación de la paz para (re)consolidar o establecer su control. Las élites pueden mostrarse de acuerdo con la necesidad de reformas que tranquilicen al personal promotor de la paz con el fin de acceder o mantener el acceso a recursos sin la intención real de emprender reformas liberalizadoras o socavando las reformas a través de estructuras informales. El resultado es un proceso que promueve reformas mientras protege los intereses del statu quo.
Podemos comprender mejor esto si prestamos atención a la literatura sobre la captura del Estado, fenómeno que ocurre cuando individuos que concentran poder o empresas son capaces de influenciar las políticas públicas en harmonía con sus propios intereses a cambio de sobornos a funcionarios públicos. El diseño institucional, las estructuras perdurables y las relaciones de poder pueden limitar las perspectivas de consolidación de la paz y democratización. A medida que las redes antiguas se fusionan con nuevas élites durante la transición, el efecto acumulativo de las preferencias pasadas da forma a las estructuras en las que tiene lugar la consolidación de la paz. De este modo, las élites pueden adoptar un lenguaje de consolidación de la paz y liberalismo al mismo tiempo que retienen la cultura política del patronazgo y el clientelismo.
Mientras que tal fortalecimiento de la élite puede encontrarse en varios casos de consolidación de la paz por parte de la ONU, el caso de El Salvador es particularmente ejemplar de la ventaja política que las élites pueden poseer durante el transcurso del proceso de paz y de las consecuencias de esto para la calidad de la paz que resulta de dicho proceso.
La Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) mantuvo la presidencia del país durante veinte años (1989-2009). Esos veinte años abarcaron los últimos meses de la guerra, las negociaciones de paz, la implementación de los acuerdos de paz y cuatro ciclos de elecciones presidenciales que culminaron con la pérdida de la presidencia por parte de ARENA en 2009. La estructura del sistema político salvadoreño, las alianzas con partidos más pequeños, y el apoyo de Estados Unidos confirieron a este partido un dominio casi completo sobre la formulación de políticas públicas durante ese periodo. El mandato de ARENA también le concedió ventajas políticas significativas a la hora de determinar el contenido de las negociaciones, supervisar la implementación de los acuerdos de paz y dirigir la política económica.
El objetivo principal de la administración de Alfredo Cristiani (1989-1994) fue concluir la guerra con el fin de restaurar la estabilidad económica sin sacrificar el poder político. Como otros han argumentado, las élites salvadoreñas constataron que podrían preservar e incluso impulsar sus intereses económicos al mismo tiempo que apoyaban las reformas democráticas. Con este fin, la administración de Cristiani se mostró dispuesta a sacrificar al ejército y aceptar reformas básicas que crearan un clima mínimo necesario para la celebración de elecciones democráticas y poner fin a la guerra.
Al principio de las negociaciones, Cristiani dejó claro al FMLN que no habría discusión de las políticas económicas neoliberales que ARENA estaba implementando. El FMLN, a pesar de su oposición al modelo neoliberal, aceptó estos términos como precio de la paz negociada. Asimismo, se acordó que la constitución de 1983, escrita durante la guerra civil sin la participación del amplio espectro que constituye la sociedad política salvadoreña, serviría como el instrumento político básico de la nueva democracia. Cualquier reforma institucional negociada por las partes sería implementada a partir de enmiendas de dicha constitución. Sólo esto concedió a ARENA una ventaja política significativa al establecer el marco básico del Estado y limitar el alcance de las posibles reformas.
Además de limitar el alcance de las negociaciones, ARENA también dispuso de un control significativo sobre el proceso de implementación. La responsabilidad de las reformas clave fue asignada a las autoridades nacionales, la mayoría de las cuales estaban muy politizadas y eran controladas por ARENA. Sucesivas administraciones de ARENA o bien detuvieron las reformas necesarias o bien fracasaron a la hora de implementarlas o de ofrecer soluciones significativas a los problemas más apremiantes de El Salvador porque entraban en conflicto con sus propios intereses, lo cual a menudo fue en detrimento de la consolidación de la paz.
La falta de voluntad política para depurar los cuerpos de oficiales y la falta de apoyo pleno a la nueva Policía Nacional Civil (PNC) y la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos tuvieron un impacto significativo en la credibilidad de estas instituciones, así como serias consecuencias para la seguridad de la población civil. La Comisión Nacional para la Consolidación de la Paz (COPAZ) también sufrió serias deficiencias y careció de la capacidad para exigir su cumplimiento, a pesar de que fue el organismo nacional creado para verificar la implementación de los acuerdos.
Otras reformas que amenazaron los intereses de la élite quedaron paralizadas o perdieron importancia bajo el liderazgo de ARENA. El Tribunal Supremo Electoral (TSE), el cual estaba dominado por ARENA, fracasó en la implementación de muchas reformas que habían sido encomendadas por los acuerdos, incluyendo la despolitización de la institución. El único organismo económico creado por los acuerdos de paz, el Foro para la Concertación Económica y Social, fracasó debido a la falta de apoyo por parte de ARENA y de la comunidad empresarial. Finalmente, el rechazo de los hallazgos de la Comisión de la Verdad por parte del presidente Cristiani y la arrolladora Ley de Amnistía fue indicativa de la impunidad que ha caracterizado durante largo tiempo la política salvadoreña.
Estas prácticas y forma de pensar continuaron durante las administraciones de Armando Calderón Sol, Francisco Flores y Antonio Saca y pareciera que influyeron en diversos aspectos de la administración de Mauricio Funes.
Si la paz de El Salvador puede realmente ser “recapturada” es algo que queda por ver. La polarización política, la impunidad, y la violencia continúan socavando la calidad de la paz en el país. La actual administración probablemente encuentre difícil superar las normas establecidas por las políticas de sus predecesores, como sugieren la actual militarización de la guerra contra las pandillas y otras políticas. Pero el fracaso de hacerlo condena al país a la deficiencia de paz que ha venido a definir a El Salvador de la posguerra.
Las élites económicas aprovecharon el proceso de
paz y la transición para reafirmar su control sobre el aparato del
Estado. El análisis de este proceso ayuda a comprender la baja calidad
de los resultados políticos y económicos de la posguerra, en incluso el
desempeño de los gobiernos posteriores a 2009.
El fin del conflicto armado en El Salvador trajo consigo cambios
significativos que mejoraron a posteriori la naturaleza de la política
salvadoreña. Pero la transición de la guerra a la paz y de un régimen
autoritario a una democracia ha estado plagada de retos. Los partidos
políticos y el discurso político están fuertemente polarizados, reinan
la corrupción y la impunidad, y unos niveles de violencia inusualmente
elevados amenazan no sólo la seguridad ciudadana sino que también
socavan la confianza en las instituciones del Estado.Aproximadamente un tercio de los salvadoreños todavía viven en la pobreza y miles emprenden el peligroso viaje hacia Estados Unidos en búsqueda de un trabajo, siendo sus remesas las que sostienen la estancada economía salvadoreña. No resulta sorprendente, pues, que tantos salvadoreños valoren como deficiente El Salvador de la posguerra, con más del 60 por ciento manteniendo que la situación es la misma o peor que durante la guerra.
Los resultados de los esfuerzos de la ONU para la consolidación de la paz en el mundo han sido bastante desiguales. Relativamente pocos casos podrían calificarse como democracias liberales o electorales, o muestran signos visibles de un Estado de derecho establecido, de la reconciliación de la sociedad o de desarrollo económico. El Salvador es uno de los numerosos países que permanecen atrapados en algún punto entre una dictadura y una democracia liberal, algunos de ellos con escasas perspectivas de completar su transición en un futuro próximo.
Y mientras esto ha conducido a algunos académicos a ser críticos de los esfuerzos para la consolidación de la paz por parte de las Naciones Unidas (y muy apropiadamente), estas críticas se centran casi exclusivamente en las ideologías, las acciones y las políticas de agentes externos (el personal promotor de la paz). Pero los promotores de la paz no son los únicos responsables de los resultados de los procesos de consolidación de la paz. Las preferencias de las élites dan forma a los procesos de paz a través de su deseo de mantener el statu quo, así como su control sobre los recursos del Estado y las redes clientelares.
Las élites locales a menudo encuentran formas de emplear los procesos de consolidación de la paz para (re)consolidar o establecer su control. Las élites pueden mostrarse de acuerdo con la necesidad de reformas que tranquilicen al personal promotor de la paz con el fin de acceder o mantener el acceso a recursos sin la intención real de emprender reformas liberalizadoras o socavando las reformas a través de estructuras informales. El resultado es un proceso que promueve reformas mientras protege los intereses del statu quo.
Podemos comprender mejor esto si prestamos atención a la literatura sobre la captura del Estado, fenómeno que ocurre cuando individuos que concentran poder o empresas son capaces de influenciar las políticas públicas en harmonía con sus propios intereses a cambio de sobornos a funcionarios públicos. El diseño institucional, las estructuras perdurables y las relaciones de poder pueden limitar las perspectivas de consolidación de la paz y democratización. A medida que las redes antiguas se fusionan con nuevas élites durante la transición, el efecto acumulativo de las preferencias pasadas da forma a las estructuras en las que tiene lugar la consolidación de la paz. De este modo, las élites pueden adoptar un lenguaje de consolidación de la paz y liberalismo al mismo tiempo que retienen la cultura política del patronazgo y el clientelismo.
Mientras que tal fortalecimiento de la élite puede encontrarse en varios casos de consolidación de la paz por parte de la ONU, el caso de El Salvador es particularmente ejemplar de la ventaja política que las élites pueden poseer durante el transcurso del proceso de paz y de las consecuencias de esto para la calidad de la paz que resulta de dicho proceso.
La Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) mantuvo la presidencia del país durante veinte años (1989-2009). Esos veinte años abarcaron los últimos meses de la guerra, las negociaciones de paz, la implementación de los acuerdos de paz y cuatro ciclos de elecciones presidenciales que culminaron con la pérdida de la presidencia por parte de ARENA en 2009. La estructura del sistema político salvadoreño, las alianzas con partidos más pequeños, y el apoyo de Estados Unidos confirieron a este partido un dominio casi completo sobre la formulación de políticas públicas durante ese periodo. El mandato de ARENA también le concedió ventajas políticas significativas a la hora de determinar el contenido de las negociaciones, supervisar la implementación de los acuerdos de paz y dirigir la política económica.
El objetivo principal de la administración de Alfredo Cristiani (1989-1994) fue concluir la guerra con el fin de restaurar la estabilidad económica sin sacrificar el poder político. Como otros han argumentado, las élites salvadoreñas constataron que podrían preservar e incluso impulsar sus intereses económicos al mismo tiempo que apoyaban las reformas democráticas. Con este fin, la administración de Cristiani se mostró dispuesta a sacrificar al ejército y aceptar reformas básicas que crearan un clima mínimo necesario para la celebración de elecciones democráticas y poner fin a la guerra.
Al principio de las negociaciones, Cristiani dejó claro al FMLN que no habría discusión de las políticas económicas neoliberales que ARENA estaba implementando. El FMLN, a pesar de su oposición al modelo neoliberal, aceptó estos términos como precio de la paz negociada. Asimismo, se acordó que la constitución de 1983, escrita durante la guerra civil sin la participación del amplio espectro que constituye la sociedad política salvadoreña, serviría como el instrumento político básico de la nueva democracia. Cualquier reforma institucional negociada por las partes sería implementada a partir de enmiendas de dicha constitución. Sólo esto concedió a ARENA una ventaja política significativa al establecer el marco básico del Estado y limitar el alcance de las posibles reformas.
Además de limitar el alcance de las negociaciones, ARENA también dispuso de un control significativo sobre el proceso de implementación. La responsabilidad de las reformas clave fue asignada a las autoridades nacionales, la mayoría de las cuales estaban muy politizadas y eran controladas por ARENA. Sucesivas administraciones de ARENA o bien detuvieron las reformas necesarias o bien fracasaron a la hora de implementarlas o de ofrecer soluciones significativas a los problemas más apremiantes de El Salvador porque entraban en conflicto con sus propios intereses, lo cual a menudo fue en detrimento de la consolidación de la paz.
La falta de voluntad política para depurar los cuerpos de oficiales y la falta de apoyo pleno a la nueva Policía Nacional Civil (PNC) y la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos tuvieron un impacto significativo en la credibilidad de estas instituciones, así como serias consecuencias para la seguridad de la población civil. La Comisión Nacional para la Consolidación de la Paz (COPAZ) también sufrió serias deficiencias y careció de la capacidad para exigir su cumplimiento, a pesar de que fue el organismo nacional creado para verificar la implementación de los acuerdos.
Otras reformas que amenazaron los intereses de la élite quedaron paralizadas o perdieron importancia bajo el liderazgo de ARENA. El Tribunal Supremo Electoral (TSE), el cual estaba dominado por ARENA, fracasó en la implementación de muchas reformas que habían sido encomendadas por los acuerdos, incluyendo la despolitización de la institución. El único organismo económico creado por los acuerdos de paz, el Foro para la Concertación Económica y Social, fracasó debido a la falta de apoyo por parte de ARENA y de la comunidad empresarial. Finalmente, el rechazo de los hallazgos de la Comisión de la Verdad por parte del presidente Cristiani y la arrolladora Ley de Amnistía fue indicativa de la impunidad que ha caracterizado durante largo tiempo la política salvadoreña.
Estas prácticas y forma de pensar continuaron durante las administraciones de Armando Calderón Sol, Francisco Flores y Antonio Saca y pareciera que influyeron en diversos aspectos de la administración de Mauricio Funes.
Si la paz de El Salvador puede realmente ser “recapturada” es algo que queda por ver. La polarización política, la impunidad, y la violencia continúan socavando la calidad de la paz en el país. La actual administración probablemente encuentre difícil superar las normas establecidas por las políticas de sus predecesores, como sugieren la actual militarización de la guerra contra las pandillas y otras políticas. Pero el fracaso de hacerlo condena al país a la deficiencia de paz que ha venido a definir a El Salvador de la posguerra.
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4/10/15
La lucha por el agua en Nejapa: El pueblo salvadoreño contra Coca-Cola
Una campaña logra detener en El Salvador durante un año la explotación del acuífero de Nejapa por parte de la empresa embotelladora de Coca Cola.
La primera vez que Coca Cola fijó su vista en el acuífero de Nejapa, a través de su empresa embotelladora en El Salvador, fue en 1999. Dieciséis años después, ese tesoro del que depende el consumo humano de 30.000 personas no sólo está sobreexplotado al 200%, sino que además los vertidos contaminantes derivados de la sobreexplotación afectan y merman las condiciones de vida y salubridad de las comunidades autóctonas, aprovechando la falta de legislación y vulnerando el derecho al agua de la población salvadoreña.
Han tenido que pasar tres años para que el gigante mire a
la cara y responda al pequeño. En la historia del acuífero de Nejapa,
'el pequeño' son las 30.000 personas que viven en esta población
salvadoreña, testigos de que cada vez llega menos agua a sus hogares y
de que ríos y manantiales bajan más secos y contaminados. Un informe, del que se hizo eco eldiario.es,
denunció que la sobreexplotación del acuífero, sobre todo ante los
planes de ampliación de la actividad de una embotelladora subcontratada
de Coca-Cola, puede dejar sin agua a la población. Ahora, la empresa
afirma que está dispuesta a anular el proyecto si se demuestran estos
efectos.
Los lugareños de Nejapa observan a diario
cómo salen de sus carreteras camiones cargados con decenas de miles de
botellas del popular líquido negro. Aquí, 'el gigante' es la
embotelladora de Coca-Cola en El Salvador: Industrias La Constancia/Sab
Miller, una empresa que lleva dos décadas instalada en la zona, desde
donde fabrica las bebidas de la gran multinacional de refrescos para
toda Centroamérica y que pretende ampliar sus instalaciones y perforar
más pozos para producir agua embotellada en la planta de Coca-Cola.
La lucha por el agua en Nejapa: David contra el Goliat de Coca Cola from TMEX on Vimeo.
Hace unas semanas eldiario.es informaba sobre la problemática situación de este acuífero. Veinte días después del inicio de la campaña TieRRRa de
Alianza por la Solidaridad, en colaboración con el Foro del Agua de El
Salvador, la embotelladora de Coca-Cola se pronunció públicamente a
través de un comunicado.
En él, de forma escueta, admiten su disposición a dar marcha atrás al
proyecto de ampliación si éste puede poner en peligro el acuífero, como
muestra el informe del Foro del Agua elaborado por el hidrólogo Julio
Quiñonez, sobre el que se sustenta la campaña de la ONG.
Este estudio concluye que el acuífero ya está siendo sobreexplotado y
que el consumo de agua por parte de la empresa de seguir adelante su
proyecto acabaría con el agua disponible en unos 30 años.
"Industrias La Constancia no va a ampliar la planta si se demuestra
científicamente que ese proyecto amenaza la sostenibilidad del acuífero.
No es nuestro interés avanzar en un proyecto como este si en 30 años no
va a haber agua en el lugar", manifiestan, asumiendo aunque sin
citarlos los datos que manejan las organizaciones sociales, con quienes
se muestran abiertos a reunirse. "Entendemos que hay organizaciones que
tienen una opinión distinta. Esta preocupación es legítima y la
respetamos. Estamos abiertos a reunirnos con estas organizaciones para
entender mejor su punto de vista", conceden.
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