Hoy les invitamos a la lectura de un
artículo publicado en el boletín de "Barcelona Ciutat Refugi" del Ayuntamiento de Barcelona que reflexiona sobre la falta de de disposición por parte de las instituciones reguladoras del refugio para facilitar la acogida de las personas que huyen de la violencia.
Refugio. La violencia de las maras
es una lacra y una de las causas más importantes de las demandas de
protección internacional de países como Honduras y El Salvador. Pero
¿por qué se rechazan sistemáticamente estas solicitudes?
Marabunta: población
masiva de ciertas hormigas que arrasan todo lo que tocan. Este es el
origen de la palabra ‘mara’, utilizada para describir a las bandas
violentas que asolan países como Honduras y El Salvador. Junto con la
pobreza, el miedo a perder la vida es la principal causa de huida de
estos países y lo que explica los éxodos masivos. Una parte de las
personas procedentes de este contexto de violencia llega a España: para
las personas hondureñas es el primer país escogido; para las
salvadoreñas, el segundo, después de Italia. A pesar de que la actividad
extorsionadora y criminal de las maras es bastante conocida, hasta el
2017 el Estado español rechazó sistemáticamente las solicitudes de
protección internacional de las personas que habían huido de estas
bandas criminales. Desde entonces, la disposición de las instituciones
españolas a otorgarles el estatus de refugiado es mayor, pero sigue
habiendo demasiadas denegaciones teniendo en cuenta el enorme peligro
que implica el retorno.
Extorsión, amenazas, asesinatos
La violencia de las maras tiene muchas caras: desde la extorsión
económica, los secuestros y el reclutamiento forzoso, hasta los
asesinatos, las desapariciones y las violaciones. Y un único elemento en
común: el terror en las poblaciones donde están instaladas.
Las causas de su existencia también son múltiples. La pobreza
y la falta de perspectivas de futuro, la corrupción crónica y el hecho
de ser países donde durante generaciones se ha vivido en guerra son
claves para explicar el porqué de este fenómeno. La vida
cotidiana en las zonas controladas por las cuadrillas puede llegar a ser
una pesadilla, y los estados casi no proporcionan ninguna protección;
todo lo contrario, en muchos casos la intervención de las instituciones
todavía genera más miedo. Las denuncias llevan a menudo a más amenazas y
situaciones de mayor peligro. La huida se convierte en muchos casos en
la única salida para sobrevivir.
En el año 2018, de las 160 solicitudes de refugio de hondureños,
solo se otorgaron 10, y todas las de salvadoreños, 120, fueron denegadas
Obstáculos a la hora de conseguir el asilo
La mayoría de los centroamericanos que han solicitado protección
internacional en España son personas directamente amenazadas o que han
vivido la violencia de estas bandas en el seno de su familia: en el
2018, 2.410 personas de Honduras y 2.275 de El Salvador, según el último
informe sobre datos de refugio de la
Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).
Sin embargo, los datos de concesión del estatus de refugiado son muy
decepcionantes.
Si nos atenemos a las solicitudes también del 2018, de
las 160 presentadas por hondureños, solo se aprobaron 10, y todas las
solicitudes de salvadoreños, 120, fueron rechazadas. El mismo informe
explica que las directrices del ACNUR del 2016 relativas a la evaluación
de las solicitudes de protección internacional procedentes de El
Salvador han tenido un cierto impacto, y seguramente las 10 resoluciones
positivas son resultado de ello, pero
la realidad es que se
siguen observando déficits en las valoraciones que hacen las
instituciones a la hora de otorgar o no el estatus de refugiado.
Según la experta Alba Hernández Lacoma, las razones aducidas para
denegar una solicitud de este tipo son tan discutibles como la
equiparación de la violencia de las maras con la delincuencia común (ya
que está del todo demostrado que se trata de crimen organizado contra
determinados grupos sociales): la supuesta capacidad de los estados para
proteger a su población (aunque la mayoría de los relatos de las
personas solicitantes ponen en duda la capacidad de protección de las
autoridades a causa de la corrupción y de la impunidad de que gozan) y
la insuficiencia de las pruebas aportadas (a pesar de que es sabido que
es muy difícil obtener evidencias de extorsiones o que las denuncias son
ineficaces). Otro argumento para denegar el asilo es que existe la
posibilidad de huida interna, a pesar de que se sabe que las bandas
tienen influencia en todo el ámbito nacional e incluso internacional.
“Tuve que pagar constantemente dinero a los hombres de la mara, que me amenazaban incluso de muerte, si no lo hacía”
El miedo continúa
Con el objetivo de aportar algún testimonio directo en este artículo,
intentamos contactar con personas de Barcelona que han llegado a
nuestro país huyendo de las maras de América Central. Ha resultado casi
imposible lograr que alguien se atreviera a hablar, por el miedo a ser
localizado, pero, sobre todo, por el miedo a las represalias que podrían
sufrir los familiares que continúan viviendo en su país de origen.
Finalmente, Anita, procedente de Honduras, accedió a contarnos su
historia, eso sí, con un nombre falso. Anita es miembro de la Asociación
Mujeres Migrantes Diversas, llegó a Barcelona hace dos meses y es
solicitante de protección internacional. “Empecé a ser acosada por un
hombre que ‘me pretendía’ y que, ante mi rechazo, puso en marcha la
maquinaria de la mara a la que pertenecía. Tuve que pagar dinero a los
hombres que me enviaba constantemente para amenazarme, incluso de
muerte, si no lo hacía. Me fui de casa durante un tiempo, pero, cuando
volví, también lo hicieron las extorsiones.
Lo habría denunciado, pero allí, en Honduras, todo el mundo sabe que la policía trabaja para las bandas. La gente callamos porque sabemos que no nos ayudarán y que la situación puede empeorar”, explica Anita.
Anita sabe que le será difícil demostrar que ha sido amenazada y
perseguida, porque, como no hay denuncia, ni posibles trazas de la
extorsión (tuvo que cambiar de teléfono y dejarlo todo atrás cuando
decidió huir),
los órganos decisorios españoles pueden obviar el peligro que la espera si regresa a su país.
“Los jóvenes que llegan a España procedentes de las maras son los que más rehúyen el contacto con los grupos de aquí”
Internacionalización de las maras: ¿en Barcelona están presentes?
Según nos comenta Marià Gàlvez, coordinador del Equipo de
Intervención en Grupos Organizados (EIGO) del Ayuntamiento de Barcelona,
“en el año 2015 había un único grupo en Barcelona, el de la mara
Salvatrucha (MS13), que tenía su espacio en el distrito de Nou Barris”. Y
añade Gàlvez: “Una intervención de la Guardia Civil por una causa
abierta en Alicante, donde estaba establecida una de las principales
clicas (que es como denominan los mareros a los grupos), la hizo
desaparecer. Y, en general, los jóvenes que proceden de las maras y que
llegan a España son los que más rehúyen el contacto con los grupos de
aquí”.
En el resto del Estado sigue habiendo actividad de las maras, sobre
todo en Alicante y Madrid, pero están en el punto de mira de la Guardia
Civil, y por eso sus miembros no se arriesgan a ser deportados, y
también intentan evitar que los envíen a la cárcel.
El EIGO, que tiene como misión el tratamiento preventivo e integral
de las necesidades grupales y comunitarias de los adolescentes y jóvenes
que pertenecen a grupos organizados, ahora mismo se centra en promover
transformaciones personales en los individuos vinculados a las bandas
como los Latin Kings, los Ñetas, los Trinitarios, los Dominicanos Don’t
Play, Los Menores o los Golden Boys.
También es destacable el proyecto
Transgang
(Transnational Gangs as Agents of Mediation: Experiences of Conflict
Resolution in Street Youth Organizations in Southern Europe, North
Africa and the Americas), liderado por la Universidad Pompeu Fabra y el
catedrático Carles Feixa, que tiene el objetivo de desarrollar un modelo
renovado para el análisis de las bandas juveniles transnacionales en la
era global.
Sin embargo, la lacra de las maras es una cuestión poco y mal
enfocada por los estados de sus países de origen, Honduras y El
Salvador. Como decía el periodista Roberto Valencia, autor de
Carta desde Zacatraz, donde relata la vida de un líder salvadoreño de la mara Salvatrucha,
el futuro es bastante incierto, y es probable que se requieran muchas generaciones para acabar con la violencia de las maras.