4/1/20

La Galera: territorio para el ‘teatro de riesgo’


 Antes de acabar el año queremos celebrar los cinco años del Teatro La Galera mediante el artículo de Roger Lindo publicado hace unas semanas en el digital Contrapunto. Esta pequeña sala, que celebra su quinto año en febrero, ofrece un espacio íntimo para el diálogo y la exploración teatral 

La Galera Teatro “es un cajón negro, pequeño, íntimo”. Así la describe René Lovo, que fundó este espacio hace ya casi cinco años en un callejón a cien metros del decrépito conjunto conocido como “las tres torres”. Se trata de una vecindad ruidosa, caótica, de asfalto desconchabado, y en la que abundan los comedores – hay que alimentar a los burócratas y a los ciudadanos que vienen a destrabar sus líos hacendarios– y una miscelánea de pequeños negocios, colmenas comerciales y residenciales y alguno que otro club nocturno. A cinco minutos de aquí se encuentra el teatro Luis Poma.

Los vecinos de La Galera Teatro y Café, son un comedero, un salón de belleza, un bufete de abogados, un negocito de impresiones. Hasta hace poco tiempo operaban aquí un taller de reparación de motos y un templo evangélico, pero se mudaron a otra parte.

Este cajón negro, que celebrará su quinto aniversario el 5 de febrero, ha funcionado con precariedad, libertad y experimentación. Se implantó y creció. Poco a poco llegaron la parrilla de luces, el aire acondicionado, las rudimentarias bancas de madera donde se sentaba el público a presenciar las funciones y que ahora ya no son tan duras: “Logramos ponerles por lo menos espuma para que no le duela el trasero a la gente, para que aguanten la hora y media que duran las presentaciones”.
La sala de teatro se inauguró el 6 de febrero del 2015 con el reestreno de Show, del argentino Alejandro Otón. Siguieron algunos estrenos: Dos viejos pánicos, de Virgilio Piñera; A la deriva, del chileno Cristóbal Valenzuela y La señorita Julia, de Augusto Strindberg, Hambre, de René Lovo y Jorge Medrano, Mala sangre, de Fernando Umaña, y La viuda y la bestia, de Leandro Sánchez, cuya monólogo Marx ha vuelto, de propia autoría, regresa en noviembre. Octubre estuvo consagrado al teatro infantil.

Teatro de riesgo 

“El aporte que hacen los grupos que se presentan en La Galera es hacer un teatro de riesgo. No tenés nada concebido, no es parte de formulas teatrales, no es parte de una receta de cómo hacer un texto. Salen versiones muy originales”, comenta el director de teatro y gestor teatral Fernando Umaña. Trae a cuento su experiencia con La señorita Julia, una de las tres piezas que ha producido o coproducido en La Galera (las otras dos son Dos viejos pánicos y Mala sangre).

“Tanto Dos viejos pánicos, como La señorita Julia se ensayaron ahí y surgieron ahí. A eso le llamo yo un teatro de exploración, y en ambos tuvimos el mismo proceso”. Invitó a amigos y gente de teatro a los ensayos para compartir y conversar sobre la obra. Lo que pasa en La Galera, agrega, es que ofrece oportunidades para que los artistas critiquen y dialoguen: “Unos colegas que no estaban nada de acuerdo nos dijeron que estábamos equivocados en los procesos, y ya cuando vieron los resultados hubo una conversación interesante”. “El otro aporte es que el publico que llega a La Galera se queda después de las funciones en el café. Ahí se presenta la oportunidad, al salir el artista, de tener una conversación interesante, fuera de la lógica, fuera de lo solemne y lo formal. No hay espacio para eso en otras partes. La gente va al teatro, ve la obra y se va a otro lugar. Igual los actores: se desmaquillan, se arreglan y salen. No hay ese encuentro con el público. Me parece que esos son los grandes aportes que está haciendo La Galera: el encuentro con el publico después de las obras y un teatro de exploración”.

Para encontrar un antecedente del proyecto de Lovo, quizá habría que remontarse a los tiempos de Actoteatro, que dirigió en San Salvador Roberto Salomón a mediados de la década de los setenta. Los grupos nacionales, explica Lovo, encuentran en La Galera un espacio siempre abierto para desarrollar sus trabajos. Aquí han desfilado Los sin Vergüenza, Teatro La Bocha, Teatro Universitario UES, Acento Escénica, Proyecto Escénica, el TIET, Teatro Libre y otros

La Galera también ofrece un escenario a grupos de teatro que andan en gira por Centroamérica. En 2016, mediante el apoyo del Fondo de Ayudas para las Artes Escénicas Iberoamericanas (Iberescena), hizo escala aquí el Festival Teatro en Ruta, en el que desfilaron compañías como el Teatro del Norte de Asturias y el Teatro del Presagio, de Colombia.

“Es una alternativa que nos permite hacer un montaje de una obra –de pequeño formato, sobre todo, íntima–, un espacio para presentar una obra y poderla pulir, como fue el caso de Los dos viejos pánicos, como fue el caso de El asesinato de Oscar Wilde (de Ricardo Lindo)”, comenta el actor Francisco Borja, que se inició en el elenco de teatro dirigido por Mario Tenorio en la Universidad de El Salvador a inicios de los años ochenta y luego estudió en la Escuela Profesional de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes de México.

No abundan, hace ver, los espacios escénicos en El Salvador. “Es una realidad que hemos tenido que enfrentar, que no hay donde presentarse, y el que los pocos espacios que existen están saturados, o a veces son inalcanzables”.

Por amor al arte. En sus casi cinco años de existencia, la sala ha incluido en su programación recitales de poesía, proyecciones de cine, encuentros de artistas y la celebración del Día del Teatro. “También tenemos el Taller de Teatro, que ofrece becas para procesos de dos años de duración dedicados al estudio de la dramaturgia y el entrenamiento actoral”.

La Galera Teatro carece de pistudos patrocinadores privados o estatales, y tampoco recibe partidas permanentes de la cooperación extranjera. Se mantiene fundamentalmente gracias a los ingresos que genera el café La Galera, que ofrece servicios de almuerzo y bar que se complementan con invenciones culinarias de fin de semana: barbacoas, asados, pozoles, taqueadas.

Para celebrar el quinto aniversario de la sala, La Galera planea escenificar, el 6 de febrero de 2020, El loco, pieza inédita de José de Jesús Martínez —“Chuchú” Martínez—, el nicaragüense nacionalizado panameño fallecido en 1991 que fue poeta, dramaturgo, profesor universitario de Filosofía y Matemáticas, y hombre de confianza del general Omar Torrijos.

René Lovo es actor, es teatrero, es chef y un sobreviviente. Conoció el teatro en Costa Rica a finales de 1983. Tenía 17 años, era refugiado y no sabía qué hacer con su vida. En esos días se presentó en San José un grupo holandés en gira por Centroamérica y esa experiencia fue como si se descorriera el telón de una nueva realidad. O de un sueño. Poco después, entró en contacto con el grupo Calabaza, que dirigían Juan Ramón Galeas y Roberto Colindres, “Chilolo”. Hizo sus primeros ensayos en un espacio que les prestaba la Compañía Lirica Nacional de Costa Rica.

La Galera representa para Lovo “una manera de ser autónomo e independiente. Yo no soy empleado de nadie; me la paso laborando. No paro. Voy de una cosa a otra, corro de la cocina al escenario, todo para que sobreviva el espacio teatral”.

Este tipo de existencia lo divierte. “Es como si no trabajara. Me la paso bien con los amigos, aprendiendo de la vida”.

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