“La gente sigue yendo a ver mis documentales porque no solo les doy horror”
Después de 12 años de retratar en sus películas el dolor de las víctimas, la documentalista salvadoreña Marcela Zamora regresa a las salas de cine con algo en tono más positivo. Se trata de Comandos, un largometraje de 80 minutos que muestra el día a día del grupo de voluntariosos rescatistas en la sede central de la oenegé, la del Centro Histórico de San Salvador; esa esquina oscura, como Zamora prefiere llamarla, epicentro de las emergencias que sacuden una de las ciudades más violentas del mundo.
A través de sus películas, la documentalista salvadoreña Marcela
Zamora ha mostrado el camino de las mujeres migrantes hacia Estados
Unidos, a madres que buscan con desesperación a sus desaparecidos, a
niños que a través del teatro ensayan un escape a la violencia de las
comunidades en las que viven, a torturados en la guerra civil cuyas
heridas siguen abiertas mientras esperan justicia. Y aunque el día a día
de los rescatistas no era necesariamente la historia que perseguía en
ese momento, hubo razones de peso para que la directora cambiara un poco
el tono respecto a sus trabajos anteriores. La cobertura de los
conflictos, pasado y presente, de El Salvador la había desgastado
demasiado: "Estaba desilusionada, sin esperanza. Ya estaba dando por
hecho que este país no servía", dice, y explica que la labor que
realizan los socorristas de Comandos de Salvamento le sirvió para
recargar energías.
Si bien la experiencia y el resultado de filmar fue enriquecedora
para ella y su equipo, la parte burocrática que financió el proyecto le
arruinó el proceso, aun después de haber finalizado la película, y le
impuso ciertas limitantes.
Comandos fue posible por el
financiamiento del Premio Pixels que entrega el Ministerio de Economía,
cuyas bases establecían que el material producido tenía que ser
positivo: "Esa fue una de las cosas por las que no pude meter el tema
que realmente yo quería, porque nos dijeron bien claramente que querían
temas positivos".
Los desembolsos del fondo, sin embargo, no han cumplido todos los
plazos y ha significado retrasos en el pago del equipo de la productora y
los proveedores que subcontrataron para la realización del documental:
"Ahorita tengo como unas diez personas pidiéndome que por favor les
pague, y lo más triste es que quedamos mal. La industria cinematográfica
se está construyendo alrededor del "ellos no pagan, con ellos no
trabajés".
De sus anteriores documentales, Zamora ha ido tomando experiencia
técnica y administrativa. Aprendió a vender sus películas, a ganar
aliados que le financiaran sus películas y a cabildear sus documentales
para la participación en festivales. En noviembre próximo, en Amsterdam,
Los ofendidos se pasará en el Festival Internacional de Cine
Documental (IDFA, por sus siglas en inglés), tan importante para el cine
documental que "es como ir a los Oscar", dice ilusionada. Sobre sus
apuestas con
Comandos, su aporte a la conformación de una
industria cinematográfica salvadoreña y la construcción de su narrativa,
platicó con El Faro en la siguiente entrevista.
Tu línea de documentales siempre ha sido la de retratar a
víctimas. Las madres de los migrantes desaparecidos en el camino, los
niños que viven en comunidades sitiadas por la violencia, madres
buscando a los desaparecidos por el conflicto actual, y torturados. En Comandos
no estamos viendo necesariamente víctimas del mismo tipo al que nos has
mostrado antes. ¿Por qué era importante contar esta historia?
Creo que
Comandos
surge de un cansancio y de una desilusión por el país. Yo había perdido
las esperanzas, las ganas de creer. Estaba muy desilusionada, sin
esperanza. Llevo 12 años cubriendo víctimas. Toda mi cinematografía es
víctimas de los conflictos pasados, presentes, de los que van a venir.
Ya estaba dando por hecho que este país no servía. Creo que hubo una
conversación con Julio [Julio López, productor del documental] en un
momento en la que nos dijimos: "Hagamos un documental distinto, que nos
recargue las baterías, que nos devuelva esas ganas de seguir contando
las otras historias". Y por ahí salió
Comandos. Carlos Martínez
[periodista de la Sala Negra de El Faro] fue quien nos dijo: "¿Por qué
no lo hacen sobre Comandos de Salvamento?" Y fuimos a ver. También
fuimos a ver a otros personajes, queríamos que fuera de héroes, de algo
bueno de El Salvador.
¿Qué te sedujo de la historia?
Me impresionó la
humildad con la que trabajan, me impresionó esto que pasa mucho en
nuestros países, donde hay estas diferencias tan grandes, donde hay
gente humilde ayuda a gente humilde. Paradójicamente, la gente que más
ayuda es la que menos tiene; y generalmente, la gente que más tiene es
la que menos ayuda. Encontrarnos a este grupo de rescatistas, donde
había 3 mil 500 voluntarios que dan sus horas de gratis, guiados por un
grupo de veteranos que enseñan a los jóvenes primeros auxilios. Yo
intenté hacer un documental de heroísmo y alegría, pero no me salió tan
alegre. No podés dejar de retratar el país donde trabajan estos
rescatistas, y sobre todo porque como es la sede central, ellos trabajan
en la zona del centro de San Salvador. ¡Ufff!, los lugares en los que
nos metimos. Es que San Salvador es como una Ciudad Gótica, en la noche
es una ciudad bien dura.
¿Tu intención era, entonces, desaturdirte un poco del trabajo que habías venido haciendo en los últimos 12 años?
No
es que esté aturdida, es que estaba sin esperanzas. Dejé de creer en El
Salvador y en la clase política. Yo soy de izquierda y lo voy a ser
siempre. Pero dejé de creer en los que me deberían de representar. Yo en
la derecha nunca voy a creer; lo siento mucho, no confío en ellos, no
creo en su trayectoria política. En la izquierda sí, yo vengo de una
familia de izquierda. Pero tengo decepción de los hombres y mujeres que
me están representando en el gobierno. Quizás no de todos, pero de una
gran mayoría sí. Esperaba algo distinto, y sobre todo más humildad para
decir: "Estamos bien mal, nuestra gente está sufriendo mucho". Y te da
cólera y frustración ver que tu clase política no lo ve.
Mencionabas que en un inicio lo que querían era hacer un
documental sobre héroes y que estuvieron viendo a distintos personajes.
¿Por qué necesariamente un homenaje a Comandos de Salvamento y no a Cruz
Roja o Cruz Verde?
Escogí Comandos porque creo que es el
grupo de rescatistas más austero y que tiene menos recursos. Ellos
tienen un presupuesto de 500 mil dólares al año, y el año pasado
atendieron miles de emergencias. La sede central se les está cayendo,
apenas está parada. Otra de las razones por las que hicimos el
documental fue porque ahí hay un montón de jóvenes. Aquí es un pecado,
un crimen, ser joven, y los jóvenes lo están sintiendo. Creo que es una
parte de la sociedad a la que nadie da voz. Y yo que ando metida en
estos lugares, adonde estoy segura que ningún diputado va, lo que te
dicen es: "Qué horrible, ahora le tenemos miedo a la pandilla y a la
Policía". El día del estreno no llegó uno de los comandos y, cuando
pregunté por él, me dijeron que la Policía le había dado una gran
‘vergueada’. Lo que están haciendo es pudriendo a esos jóvenes buenos,
porque después de una paliza de unos policías, ¿vos creés que les queda
respeto por la Policía o por el gobierno? Es más fácil que se metan a
las pandillas. Los están tirando para otro lado.
Entonces, parte de tu misión era, además de retratar a los
jóvenes que por su edad y por ser pobres están estigmatizados, retratar
la realidad de los Comandos para que ellos consigan donaciones o que
alguien les apoye.
No es un video institucional, porque no
lo es, pero creo que también queda bien claro en la película el trabajo
que hacen. Lo que vemos en la película es la acción. Espera y acción, y
el país que están atendiendo con los recursos que hay. Yo no compré una
ambulancia para andar a mi equipo atendiendo rescates, ni tampoco les
compré gasa ni nada. Lo que ellos tienen ahí sale, y cómo cuidan esas
cosas. De hecho, nosotros les vamos a regalar un montón de copias para
que ellos puedan hacer sus proyecciones afuera y ver que les ayuden.
Tengo entendido que ya habían terminado la filmación cuando
asesinaron a Erick, el voluntario de 14 años. ¿Cómo jugó este elemento
dentro de la narrativa?No teníamos dinero. Yo quería ir a
filmar, pero no tenía dinero para pagar una cámara ni para pagar a un
fotógrafo. Yo no puedo decirle a la gente "venite un día gratis", eso no
es profesional. Entonces, no tenía dinero para filmar ese día y tuvimos
que resolver, y lo hicimos a través de los noticieros de televisión,
los medios que ya habían ido, y creo que se solucionó bien en la
película. Uno de los hilos conductores son los noticieros, entonces creo
que se solucionó así. Pero es que no tenía dinero para ir y no iba a ir
con una
handycam. No se hace así el cine. No tuve oportunidad.
Si hubieras tenido la posibilidad, ¿le habrías dado un giro al documental a partir de ese evento?
Habría
sido igual, solo que mejor filmado. Habría ido en persona a filmar, y
habría obtenido las reacciones más inmediatas. Porque luego logramos
sacar un dinero de por ahí para pagar un día más de filmación, pero fue
como una semana después. No pude tener las reacciones inmediatas.
Una de las cosas que me llamaba la atención es que se insiste
mucho en el documental en los 3 mil 500 voluntarios, pero ¿por qué
decidieron quedarse solo con San Salvador? Porque si San Salvador tiene
esas dificultades, probablemente en las sedes del interior del país sean
mucho peores.
La sede central la escogí, primero, porque es
el centro de San Salvador, que es el corazón de El Salvador; segundo,
porque es una de las ciudades más violentas que hay en El Salvador y en
el mundo; tercero, creo que ahí se condensaban casi todos los tipos de
emergencia que ellos atienden. Ahí sí pasa todo: desde el bolito tirado,
el accidente de tránsito, más la cantidad de víctimas por heridas de
bala que recogimos. Filmamos casi 20 días, que no es mucho tiempo;
entonces, teníamos que tener lo máximo posible. Y la sede central es una
radiografía de casi todas las sedes, solo que unas atienden menos
casos. Claro, hay unas que tienen muchísimos menos recursos, pero
necesitaba demostrarte la sede máster para que vos te podás imaginar las
otras.
Me mencionabas que apenas eran ocho meses para hacer el
documental porque dependían de los desembolsos del fondo Pixels.
¿Sentiste que renunciaste a algo?
Totalmente. Creo que soy
de las directoras de mi generación con mayor experiencia y yo no
disfruté este proceso. Disfruté filmar a los comandos por los personajes
que tuve. ¿Estoy orgullosa de mi película? Súper. ¿Estoy feliz del
proceso? No, nada. Yo sufrí mucho en el proceso. Todo el tiempo fue
estar peleando por el dinero, que por favor páguennos. Ni yo ni ninguno
de mis compañeros que trabaja conmigo viene de una familia millonaria.
Nosotros tenemos que poner el dinero en nuestras casas mes a mes. Y no
es que vos digás: "Voy a tener esta película y esta otra". Hacer una
película en ocho meses es 24 horas trabajando. No te queda tiempo para
hacer otra cosa. Entonces, todo tu ingreso monetario depende de esa
película, si la querés terminar en ocho meses. Muchos de los cineastas,
claro, como no les pagan, tienen que buscar otro trabajo, entonces se va
alargando la realización. Realmente el proceso fue muy doloroso.
Y a nivel técnico, ¿te hubiera gustado abarcar otras cosas? ¿20 días son suficientes para filmar?
Yo
siempre filmo 20 días al año y después me quedo un año en
posproducción. Me meto seis meses en la investigación para poder filmar
poco, porque como nunca tenemos mucho dinero. Entonces, para llegar
clara a qué es lo que quiero y no perder el tiempo, hacemos
investigaciones largas, que es solo pagar a una directora y a un
productor. Con
Comandos me habría gustado hacer una mejor
preproducción. Habría querido tener más tiempo para investigar más,
estar más tiempo con ellos, permanecer. Lo que pasa es que eso cómo lo
justificás en los informes. La gente cree que uno hace cine y se lo saca
de la manga. Y llega y pone la cámara y lo tiene. Julio y yo pasamos
todo el año escribiendo informes para Pixels, en los que tenés que decir
qué hiciste día a día. Yo lo que hago es que estoy y leo un libro, pero
sobre todo estoy con mis personajes. Y no tuve mucho tiempo para estar
con ellos. Creo que salió algo bueno porque los personajes fueron bien
bondadosos y generosos conmigo. Me pusieron toda la organización a la
orden, hasta nos asignaron espacios en las ambulancias.
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