16/9/18

Crónica de un viaje de seguimiento (10): Es el tiempo de las víctimas


El viernes pasado Huacal tuvo una de las reuniones más interesantes de todo este viaje. Durante más de dos horas en unas aulas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) nos reunimos cerca de veinticinco organizaciones de derechos humanos, de víctimas y desaparecidos de El Salvador para coordinar acciones y recordar que El Salvador debe saldar su deuda con la verdad, la justicia y la reparación. Si no, la reconciliación seguirá siendo solo un ideal. Es tiempo de dignificar la humanidad de las víctimas.

"Tanta muerte y dolor dejó la guerra civil que el intento de imponer el perdón y olvido fue, ante todo, un desprecio a sus víctimas inocentes. No reconocer los crímenes cometidos ni hacer justicia fue decirles que su vida no valía nada. Durante el proceso de negociación, hablaron los protagonistas del conflicto armado; y en los Acuerdos de Paz, las víctimas quedaron invisiblizadas. Después fueron sacrificadas en nombre de la estabilidad y de la reconciliación. Se dijo que la ley de amnistía era la piedra angular sobre la que descansaban los Acuerdos, pero en realidad fue el principal obstáculo para la reconciliación nacional..."

La sociedad que olvida a sus víctimas desprecia la honda carga humana que les es propia. La carga del sufrimiento infligido y de la injusticia; una carga que lastra al colectivo, marca su altura moral y es recordatorio permanente de los atroces crímenes cometidos. Solo una madre puede hablar del dolor infinito por un hijo desaparecido, solo una esposa puede testimoniar el sufrimiento por su cónyuge injustamente asesinado, solo quien fue víctima de tortura puede dar cuenta de la naturaleza de ese sufrimiento. Nadie tiene derecho a exigir que se olvide el pasado, mucho menos a imponer el perdón. Solo las víctimas tienen la potestad de perdonar una vez que conocen la verdad sobre lo que sucedió con sus seres queridos. En El Salvador, sus voces han sido silenciadas y la que ha prevalecido es la de los victimarios, que cínicamente son presentados por los grandes medios de comunicación como prohombres que sufren injustificada persecución.

Cuando un pueblo enfrenta su verdad histórica y protege a sus víctimas, aprende del sufrimiento para tratar de evitar que se repita la barbarie. El secreto de la justicia es combatir el olvido. La memoria histórica es fundamental porque hace presente la injusticia como único camino para llegar a la justicia. Eso no lo ha hecho el Estado salvadoreño. No lo hizo luego de la masacre de miles de indígenas y campesinos en 1932; menos de cinco décadas después estallaba el conflicto armado. No lo hizo después de la firma de la paz; hoy nos ahoga una guerra social. Los protagonistas de la guerra civil pactaron un intercambio de impunidades.


La Ley de Amnistía, aprobada en 1993, garantizó impunidad a los agresores de derechos humanos durante el conflicto armado. Sin embargo, gracias a la lucha incansable de las víctimas, sus familiares y las organizaciones de derechos humanos, parece que ha llegado lo largamente pospuesto. Se observó un destello de justicia cuando la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) declaró ilegal dicha ley en julio de 2016.

Sin embargo, después de dos años de la emisión de esta sentencia, la misma Sala declaró que los Órganos Ejecutivo y Legislativo, así como la Fiscalía, no acataron sus obligaciones en el tema. Y en esta desgraciada línea, la moción para declarar el 30 de agosto como el día de las personas desaparecidas fue rechazada por la derecha en la Asamblea Legislativa hace pocos días…

Los partidos políticos tienen la oportunidad histórica de enrumbar a El Salvador por la senda que debió emprender hace décadas y la sociedad salvadoreña podrá por fin aprender que el olvido y la indiferencia ante las víctimas nunca son respuesta para hacer justicia y traer paz.

Es tiempo de dignificar la humanidad de las víctimas”.


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